Existimos en una sociedad que ha sabido robarle la voz a mucha gente, desde la falta de confianza, hasta la total obliteración del propio ser ante el miedo al rechazo. Y aunque en general el consejo de pares nos nivela y nos adapta a la sociedad circundante, también es cierto que algunos individuos no logran sobreponerse a la falta de aceptación.
Reunidos en un café en mi mente, estos tres personajes se preparan para una charla muy interesante, en la que intentarán echar luz sobre un concepto socrático tan importante como el origen del mal.
Así mientras Sigmund y Nicolas se piden un café en jarrito con algo para picar, “el griego” se acerca, se sienta y a modo de saludo y sin más suelta la primera frase.
Quizás es tiempo de mirar al amor y comprender que no hay forma de circunscribirlo a una fecha, que no importa qué hagamos un día en particular sino como nos vistamos o nos desvistamos al estar empapados en ese sentimiento.
Teniendo en cuenta que un hábito es un comportamiento automático y repetitivo que adquirimos a través de la
práctica constante. Los hábitos, pueden ser tanto acciones positivas, como hacer ejercicio regularmente o leer
diariamente, como hábitos negativos, como fumar o posponer tareas importantes. Estos comportamientos suelen
ser parte de nuestra rutina diaria y pueden influir significativamente en nuestra calidad de vida.
Los hábitos pueden ser moldeados a través de la repetición, la disciplina y el esfuerzo consciente para cambiar o adoptar nuevos comportamientos. Entender el método por el que se adquiere un hábito puede ser la clave para eliminarlos o para asentarlos.
Parece que tenemos un chip instalado de serie: nos fascina lo inalcanzable. Si el vecino tiene un auto nuevo, queremos uno mejor; si alguien...
