Quizás es tiempo de mirar al amor y comprender que no hay forma de circunscribirlo a una fecha, que no importa qué hagamos un día en particular sino como nos vistamos o nos desvistamos al estar empapados en ese sentimiento.
Pero qué significa estar enamorados, ¿debería ser obvio no?, bueno al parecer y desde el principio de nuestra sociedad, descubrimos que como especie no somos de ponernos muy de acuerdo, así aprendemos a formar uniones que pueden ser directa o indirectamente proporcionales a nuestras experiencias familiares.
“Verme reflejado en su mirada, sentir el calor de una caricia, perderme en ese océano de sensaciones que se despiertan ante su más mínimo roce.”
El amor es una elucubración de tu mente, un proceso neuroquímico en el que saturamos la consciencia de drogas que se producen en nuestro cuerpo, con el fin de enlazarnos a alguien, de formar lazos que nos unan a esa otra persona, ante la ilusión de la pérdida de la soledad.
“Y aún así me pierdo en su mirada y sonrío mientras todo en mi comprende que no hay momento en que no desee una caricia de su piel”
Ese momento en que nos enamoramos incluimos una persona más a esa charla en nuestra cabeza en la que el “ello” y el “superyo” debaten para convencer a nuestro “yo” de hacer o dejar de hacer algo. Esa otra persona, aquella a la que amamos, se convierte en un parámetro más de la ancestral charla. Y obviamente, nos cambia, porque incluye, además de un set de nuevas reglas, una cantidad de neuroquímicos que nos harán sentir en el cielo o el infierno según sea la situación.
¿Pero qué festejamos el 14 de febrero?
En realidad no se “festeja” nada, se conmemora la ejecución en 270 DC, de un monje llamado Valentín que seguía realizando matrimonios a pesar de que Claudio II, emperador de Roma en ese momento, los había prohibido, ya que los jóvenes solteros eran mejores soldados.
Más tarde en 1840, hubo gente que tomó esta fecha como una oportunidad comercial y así terminamos festejando lo que se tenía que conmemorar, el marketing convirtió al buen Valentin y lo grabó en la mente occidental como a un querubín, émulo de Cupido, un ángel con forma de niño y flojo de ropa, persiguiendo a la gente con sus flechas “envenenadas” de amor.
“Y tan sólo hizo falta una mirada, una sonrisa en sus labios para que todo en mi mundo cambiara”
Hay estudios que nos muestran al amor como un trastorno obsesivo compulsivo, ya que comenzamos a sufrir de desbalances en la producción de serotonina cada vez que pensamos en el ser amado y nos comportamos de la misma forma que si estuviéramos sufriendo un episodio de TOC (Trastorno obsesivo compulsivo).
“¿qué tan mala puede ser la obsesión si te trae a mi mente a cada momento?”
El amor depende de los procesos de la pasión cómo vehículos para llevarnos a la unión con una pareja con la que el fin ulterior es el de procrear, nos hemos adaptado en nuestra evolución para formar parejas, dado que de esa manera tenemos mejores posibilidades de darle continuidad a nuestra genética.
“perdidos en la pasión el mundo exterior deja de importar, reímos preguntando, ¿ya llegamos a la India?, ¿ya es hora de volver a verte?, ¿existe el Universo si no estás ahí para que me interese mirarlo?”
Solíamos creer que el amor romántico era una idea moderna y occidental, pero muchos científicos piensan que el romance es panhumano y está engarzado en nuestro cerebro desde el pleistoceno. En un estudio realizado en 166 culturas, los antropólogos William Jankowiak y Edward Fischer observaron en 147 de ellas evidencias de amor pasional.
El amor es un rasgo evolutivo cuyo fin primario es dar mejores oportunidades a la progenie, pero a la vez es un motor de propósitos.
Oxitocina: la hormona del apego
Desde una perspectiva fisiológica, una pareja que ha transitado sanamente la pasión amorosa, ha pasando de un estado cargado de dopamina, a la serenidad relativa de un lazo influenciado por la oxitocina. La oxitocina es una hormona que promueve los sentimientos de conexión y apego. Se libera cuando abrazamos a nuestra pareja de larga data o a nuestros hijos. Las madres la generan al amamantar a sus pequeños. Los topillos de la pradera, criaturas con altos niveles de oxitocina, forman parejas de por vida. Si los científicos bloquean sus receptores de oxitocina, estos roedores no establecen vínculos monógamos y tienden a buscar parejas.
“Tu piel en la mía, tu mirada en plena lascivia internándose en mi mente, susurrando promesas de placer, de eternidad, un verdadero faro de luz en la oscuridad de una caminata a solas”
Algunos investigadores sugieren que el autismo, un trastorno caracterizado por una profunda dificultad para establecer y mantener conexiones sociales, podría estar relacionado con una escasez de oxitocina. Se han llevado a cabo experimentos tratando a personas autistas con oxitocina, y en algunos casos ha ayudado a aliviar los síntomas.
La novedad potencia la dopamina, un neurotransmisor que estimula las sensaciones de atracción
Muchos en la ciencia hoy dicen que un corazón acelerado obra milagros en algunas parejas. La ciencia también sugiere hacer cosas nuevas juntos, porque la novedad potencia la dopamina en el cerebro, un neurotransmisor que puede estimular las sensaciones de atracción. En otras palabras, si tu corazón palpita en su compañía, puedes pensar que no es porque estés atravesando una situación estresante, sino que amas a esa persona con la que estás. Llevando un poco más lejos este razonamiento, científicos varios han observado que incluso si haces ejercicios de carrera sin moverte del lugar, es más probable que te parezca atractiva la persona que conozcas a continuación. Por eso, si en la primera cita una pareja hace algo que produzca ansiedad, como subir a la montaña rusa, es más probable que haya una segunda y una tercera cita. Es una estrategia que habría que difundir en las páginas de contactos: jugar al squash, y en tiempos de angustia (desastres naturales, fieras merodeando o apagones), cerrar la puerta y abrazarse.
“Escalaré tus montañas, caminaré por tus valles, y rogaré al todo por la oportunidad de perderme siempre en tus profundidades”
Conclusión
En este texto que podemos llamar Romantico-científico, pudimos ver cómo los químicos en nuestra cabeza nos llevan a ese estado en el cual no podemos pensar en un mejor momento que en el de reflejarnos en su mirada, en el de perdernos en sus palabras, divagar elucubrando esa próxima vez en que su piel de fundirá en la nuestra para prometernos una y mil veces ese amor eterno, esa sensación entre felicidad y desesperación, ese grito que llenará el espacio para abrazarnos con su eco, que alejará a la soledad y fundiendonos en ese beso que impacta la mente y nos deja sonriendo, desearemos que ese momento jamás se acabe.
Autor: Fabian Mesaglio
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