lunes, 24 de noviembre de 2025

El último bastión: por qué adoptar la IA es un tema humano, no de fierros



En los pasillos de las empresas, en las salas de directorio y en los Zoom de cada día, hay un elefante en la habitación. Todos hablan del tema, pero pocos se animan a mirarlo a los ojos de verdad. Hablamos de eficiencia, automatización, prompts y algoritmos. Nos llenamos la boca con el futuro. Pero hoy quiero invitarte a parar la pelota y mirar para adentro.

Hoy, quizás el mayor desafío para las empresas no sea ver cuál es la mejor herramienta del mercado ni lograr la integración técnica perfecta. El verdadero desafío es la adopción. Y la adopción no pasa en los servidores; pasa en la cabeza y en el corazón de la gente.

¿Cómo hacemos para que nuestros equipos abracen lo que temen? ¿Hay alguna forma de hacerlo sin romper la cultura de la empresa? Y si nos mandamos a hacer esto, ¿cómo medimos si realmente sirve?

Para responder a estas preguntas, primero tenemos que identificar los fantasmas que dan vueltas por la oficina.

1. El miedo: la historia se repite

No nos mintamos. Ese miedo a quedarte sin trabajo por las herramientas de esta nueva era es real. Se siente en el cuerpo. Y, para ser justos, no es nuevo. Es ni más ni menos lo que ocurre en cada revolución industrial.

Cuando apareció la máquina de vapor, el músculo humano tembló. Cuando la computadora llegó a la oficina, la burocracia manual tembló. Pero lo que vivimos hoy tiene otro color, algo más íntimo.

Esta vez, la máquina no viene por nuestra fuerza ni por hacer cuentas rápido. Viene por nuestra mente. Viene por nuestra creatividad, nuestra capacidad de redacción, nuestro análisis. El miedo no es solo a perder el laburo; es miedo a dejar de ser relevantes. Y como líderes, si ignoramos esto y solo bajamos línea imponiendo tecnología, estamos construyendo sobre arena.

2. La Desconfianza: Ponerse en guardia

Mirar a lo desconocido sin pestañear es para pocos; quizás para los early adopters o los fanáticos de la tecnología. Pero la mayoría de los "trabajadores de la mente" se puso, casi por instinto, en pie de guerra.

Pensalo desde su lado: ¿Cómo vas a confiar en algo que amenaza con sacarte tu medio de vida, tu propósito?

La desconfianza no es rebeldía porque sí; es un mecanismo de defensa. Lo más lógico es resistir. Vemos profesionales denostando a la IA, buscándole lo malo, señalando los errores con el dedo, evitando usarla con excusas como el código que hace no es escalable, o si todos usamos IA para programar, ¿cómo van a aprender las futuras generaciones…?, cosas con respuestas sencillas, ya que la escalabilidad de lo que pair programes con tu IA es TU responsabilidad, por tanto, si sabes como hacer codigo prolijo, escalable y con buenas practicas no tenes nada a que temer. Y en cuanto a las nuevas generaciones, tienen mucha más ventaja al tener un contacto natural con la IA que nosotros cuando teníamos que ir físicamente a una biblioteca para encontrar algo de información. 

Esta desconfianza nace de una historia mal contada. Si el mensaje es "esto va a hacer tu trabajo", la respuesta es el boicot. Si el mensaje es "esto te saca lo aburrido para que vos te luzcas", la cosa cambia. Pero la confianza se gana con hechos, no con promesas corporativas.

3. La Obsolescencia y el Síndrome del Impostor

Acá es donde duele. Esta revolución nos pone, por primera vez, frente a nuestra propia obsolescencia y nos expone a un ritmo de novedades que te pasa por arriba. Es imposible absorber todo.

Antes, un experto se mantenía al día leyendo un par de libros al año y asistiendo a algún congreso. Hoy, lo que aprendiste el lunes a la mañana capaz ya cambió para el viernes a la tarde.

El pánico del síndrome del impostor se acelera. Nos enfrentamos a una tecnología que desafía nuestras mentes: el último bastión, el superpoder del ser humano. Si una máquina te escribe un informe en segundos, te diseña una campaña o te tira código complejo, ¿qué valor aporto yo?

Esa pregunta retumba en la cabeza de tu gente. Y si no les damos una respuesta, el pánico te frena todo.


Liderando la transición: Cómo lograr la adopción de la IA (Versión Mejorada)

Entonces, ¿cómo salimos de este laberinto? ¿Cómo ayudamos a quienes desconfían o sienten que se están quedando afuera?

El liderazgo en la era de la IA pide más cintura y calle que inteligencia artificial. No sirve bajar línea por mail. Hay que remangarse. Acá va una hoja de ruta para navegarla:

A. El ejemplo arrastra: Liderar desde el barro. No podés pedirle a tu equipo que use una tecnología que vos mirás desde lejos. La adopción empieza por vos. Si tu gente ve que seguís pidiendo que las cosas se hagan a la vieja usanza, van a entender que la IA es un "chiche" y no una herramienta de laburo. Mostrales tus fallos, compartí esa respuesta ridícula que te dio el chat porque el prompt era malo y mostrales cómo lo corregiste. Cuando el líder se muestra vulnerable y aprende, habilita al resto para salir de la zona de confort sin miedo al ridículo.

B. Atacar primero el "dolor": la IA como analgésico. Para cambiar el discurso del "reemplazo" al "superpoder", no vendas futuro; vendé alivio inmediato. Identificá esas tareas que tu equipo odia: desgrabar reuniones, resumir cadenas de mails interminables, formatear excels, hacer tests de unidad a mano. El objetivo es eliminar la "grasa" operativa para dejar espacio al "músculo" estratégico. Cuando un colaborador se da cuenta de que la tarea que le llevaba dos horas de sufrimiento ahora sale en 10 minutos, la adopción es instantánea. La IA entra mejor cuando te saca un peso de encima.

C. Habilitar el "Modo Beta": Zonas de juego seguro La adopción no sale por decreto, sale jugando. Pero en el mundo corporativo, equivocarse suele ser caro. Tenés que crear "Sandboxes" o zonas de prueba donde romper cosas no tenga costo. Organizá espacios (físicos o virtuales) cuyo objetivo explícito sea probar y fallar. "¿Qué pasa si le pedimos a la IA que resuelva este problema insólito?" Al bajar la guardia y convertir la herramienta en un juguete, el miedo disminuye y la curiosidad —que es el motor del aprendizaje— toma el control.

D. Detectar a los "Embajadores Silenciosos". En todos los equipos hay alguien que, calladito, ya está usando estas herramientas. Son los early adopters naturales. Identificálos y dales la camiseta de "campeones" o de mentores internos. A veces, la desconfianza hacia la tecnología se rompe más rápido cuando quien te enseña es tu par, el que se sienta al lado tuyo, y no un consultor externo ni el jefe. Democratizá el conocimiento: que ellos muestren los trucos que descubrieron.

La métrica del éxito: ¿Cómo medir si la aguja se mueve?

Al final, llegamos a la pregunta del millón. Si tomamos este camino humano, ¿cómo sabemos si no nos estamos haciendo trampa al solitario? El ROI de siempre (ahorré X pesos, gané Y tiempo) se queda corto. Es mirar por el espejito retrovisor. Y si bien las métricas que sugiero son mayormente cualitativas, la recopilación de datos cuantitativos nunca está de más.

Para saber si la cultura está cambiando, mirá estos indicadores:

1. El "Efecto Contagio" (Adopción Orgánica): Olvidate de los reportes de uso de licencias; eso es administrativo. La métrica real está en los canales informales. ¿Ves gente compartiendo prompts por Slack o WhatsApp sin que nadie se los pida? ¿Escuchás en el pasillo (o en el chat de la reunión) frases como "che, probé esto con la IA y me tiró una punta buenísima"? Cuando el conocimiento fluye horizontalmente y no baja desde la gerencia, le ganaste la batalla a la desconfianza. Si se recomiendan la herramienta entre ellos, ya ganaste.

2. De "Hacedores" a "Editores" (Elevación del Rol): Esta es más sutil pero fundamental. Mirá qué te están entregando. ¿Tu equipo te sigue trayendo borradores crudos o ahora llegan con propuestas pulidas y varias opciones estratégicas para que vos decidas? La métrica acá es la calidad de la pregunta. Si antes te preguntaban "¿cómo hago esto?", y ahora te preguntan "¿cuál de estos tres enfoques generados creés que impacta mejor?", significa que la IA está haciendo el trabajo sucio y tu gente está usando la cabeza para lo que vale: el criterio.

3. El Índice de "Alivio" (eNPS Real): Más allá de la encuesta de clima anual, tanteá la sensación térmica semanal. Una buena adopción de la IA debe funcionar como un analgésico organizacional. Si la herramienta saca lo tedioso, la gente debería sentirse menos quemada, no más presionada. La pregunta clave cambia: no es "¿estás usando la IA?", sino "¿sentís que esta semana pudiste sacarte de encima lo que odiás hacer?" Si la respuesta es sí, estás reteniendo talento. Si la respuesta es no, solo agregaste una burocracia digital más.

Conclusión: El Renacimiento, no el Reemplazo

Dejemos de mirar a la IA como un meteorito que viene a extinguirnos. Es hora de cambiar el lente. Estamos ante una paradoja hermosa: cuanta más inteligencia artificial metemos en la ecuación, más valor cobra la inteligencia humana.

La tecnología va a commoditizar lo promedio, lo estándar, lo que sale en serie. Y eso, lejos de ser una amenaza, es nuestra liberación. Nos libera de la "robotización" a la que nos habíamos acostumbrado para devolvernos lo único que la máquina no puede replicar: nuestra humanidad.

La IA no viene a empujarnos al banco de suplentes; viene a darnos la mejor asistencia para que hagamos el gol. Viene a elevar el piso de lo que somos capaces de hacer, para que nuestro techo sea, literalmente, infinito.

Como líderes, nuestra responsabilidad no es "gestionar el cambio". Es inspirar el salto. Es mostrarle a nuestra gente que el Último Bastión no es una trinchera donde nos escondemos para resistir; es un trampolín.

El futuro no pertenece a los que escriben el mejor código, sino a los que hacen las mejores preguntas, a los que conectan puntos imposibles y a los que tienen el coraje de liderar con empatía en un mundo digital.

La máquina puede tener el procesador, pero la chispa sigue siendo nuestra. Y esa chispa, bien alimentada, no se apaga. Se convierte en fuego.

por Fabi Mesaglio



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