miércoles, 27 de mayo de 2020

Sindrome del impostor





El 70% de la gente sufre de este síndrome, una profunda sensación de inferioridad, lo que la persona hace no vale lo suficiente para sí misma, otros lo hacen mejor, entiende que no está calificada para sus tareas. Se siente en el lugar del impostor, del fraude.

La sola estadística de este mal obliga a la necesidad de palearlo con el fin de mejorar el rendimiento y la felicidad de las personas con las que trabajamos.

Y en este punto es donde liderar se pone un poco más personal, dónde necesitamos información de cada persona para ver que no estén cayendo en este lugar. Porque este sentir evitará la posibilidad de crecimiento.

El síndrome del impostor tiene muchas caras, inclusive en la persona que hace las cosas fácilmente y que se avergüenza restándole valor a su tarea cuando en realidad debería estar valorando tanto la tarea como la rapidéz con la que se puede desempeñar, ya sea fruto de su propia inteligencia, de su experiencia o la suma de ambas.

Pero la solución a este problema está en uno mismo, en encontrar y en invertir esta situación. En un pasado se “aprovechaba” esta condición como método de control y no se terminaban logrando ni la productividad deseada ni el desarrollo del recurso desde lo emocional.

Y acá hago un punto a parte, mantener el buen desarrollo emocional de nuestros equipos ayudará a bajar la rotación de personal, beneficiando a todos por igual. Formando verdaderos grupos en los cuales unos se apoyan a otros y todos tiran para el mismo lado.

Así nos encontramos con la necesidad de aprender a felicitar, a mostrar de forma meritocrática que cada paso bien dado se da desde lo grupal pero también desde lo individual.

Trabajar en la autoestima de cada uno de los miembros del equipo, tanto para que no decaiga, como para que no se salga de su vía y termine siendo un bloqueo. Todo esto debe tener un balance.

Este es un síndrome de tono social y afecta más a gente con éxito o con mayor potencial. Y tiene en general su origen en el pasado de cada persona. Dado que muchas veces es la buena educación familiar la que provoca la autoexigencia desmedida. Los casos son más frecuentes en gente con familias que los empujaron al sacrificio personal y al esfuerzo, lo cual hace personalidades más volubles a este síndrome, donde la autosuperación constante parte de inconformidad.

De hecho según estudios el caso más normal es el de gente que en su niñez fue admirada por su inteligencia y que pierde pié y se desestabiliza al crecer y enfrentarse a un entorno más agresivo y complejo. Dado que en una etapa temprana se les dió más atención a sus logros y no así a sus crecimientos sentimentales. De esta forma se termina atando la felicidad al éxito.

Desde la falsa humildad, la autocompasión y hasta el temor de perder clientes, el bloqueo del propio desarrollo por una imagen mental de la cual podemos salir simplemente valorandonos y haciendo que otros se valoren.

La persona que sufre del síndrome del impostor vive con terror a ser “descubierta” y por tanto se autoexige mucho más, hasta el punto de la inacción, de no avanzar por no creer que pueden.

Y ojo que no hablo de no ser mejores a cada momento como camino a seguir, porque es un gran camino, pero si no lo disfrutás, si no celebrás tus logros no sos mas que tu propio esclavo, y así estás creciendo por por temor a tus propias penalizaciones.

Como líderes podemos capitalizar esta ayuda, porque una persona que sabe lo que vale deja esfuerzos innecesarios que pueden ser redirigidos con un mejor fin.

Es importante hacernos cargo de lo que logramos para mal y lo que logramos para bien, comenzar a identificarnos con nuestros pares y desde ese lugar crecer no solo apoyádonos en otros sino reconociendo nuestros logros y sirviendo de pilares para que los que vengan después puedan lograrlo también.

Aprender a aceptar un cumplido, es muy importante, por uno y por quién lo brinda, no siempre el lugar de saber es poco humilde, muchas veces “saber” necesita ser irreverente y desplazar el status quo, de otra manera seguiríamos en cavernas. Darnos permiso a sonreír por lo logrado y dejar de pronto un poco la humildad extrema, y permitir que el artesano tenga un poco de altanería, se ganó el derecho con experiencia. Ya se pondrá humilde cuando le enseñen cosas nuevas.

Y nada de lo que te pasa por esfuerzo y conocimiento es suerte, tu mérito importa, y si bien tus errores son maestros, tus logros también, si es que los reconocés como tales y te hacés cargo de la autoría.

En la comparación tendemos a quedar abajo, ya que el pasto del vecino siempre es más verde, pero mirémoslo de otra forma, mirá cuánto sabes con respecto a alguien que recién comienza a aprender sobre lo tuyo, mirá el camino, medi tus logros y date cuenta de tu valor. Lao Tse sabía decir, “Diferentes en la vida, los hombres son semejantes en la muerte.”

Uno debería ser feliz de poder superarse a sí mismo, por ser mejores de lo que éramos y para esto es importante ser felices con nuestros logros, de esa manera vamos a querer lograr más y más. Sabiendo que lo que logramos fue logrado ya sea por nosotros o por nuestra participación, siendo el todo o parte del mismo, siendo reales y dando lo mejor de nosotros.

Autor: F. Mesaglio

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