Cada una de las grandes revoluciones industriales de la humanidad arrancó con una chispa… y un escalofrío. El agua que movió molinos, el vapor que impulsó máquinas, la electricidad que encendió ciudades, la información que conectó continentes: todas traían promesa… y también miedo. Hoy, vivimos otra de esas inflexiones: la llegada —ya en marcha— de la inteligencia artificial. Y el vértigo que sentimos no es solo por la tecnología: es por nosotros mismos.
