domingo, 12 de octubre de 2025

Deuda técnica: el tacho de pintura cada vez más lejos

 


Juan es el encargado de pintar los cordones de las veredas del municipio. Un día lo llama el intendente y le pide que, desde ese mismo día, anote cuánto tiempo le lleva pintar cada cuadra. Al mes siguiente lo vuelve a llamar: algo raro pasa en los tiempos. Juan hace unas diez cuadras por día, pero en el formulario se ve que la primera cuadra del día le lleva unos veinte minutos y la última, al menos el doble. Cuando le preguntan, la respuesta es inmediata: “el tacho de pintura me queda cada vez más lejos”.

Esa historia sencilla me acompaña cada vez que hablamos de deuda técnica. No es un concepto exclusivo del software. Es todo aquello que nos “acerca resultados hoy” dejando un rastro de pasos extra para mañana: decisiones apresuradas, procesos que nadie revisa, herramientas que ya no encajan, acuerdos implícitos que envejecen. Como escribió Peter Senge, “los problemas de hoy provienen de las soluciones de ayer”.

La metáfora de la deuda técnica la acuñó Ward Cunningham para explicar que acelerar entregas tomando atajos es como contraer una deuda: te movés más rápido ahora, pero pagás intereses luego. Esos intereses son distancia: más metros para ir a buscar el tacho. En equipos y organizaciones, esa distancia se traduce en tiempo de ciclo más largo, coordinación pesada, retrabajo, fatiga, pérdida de foco.

Medir: del “me parece” al “ahí están los datos”

Parafraseando a Lord Kelvin, cuando medimos dejamos de opinar y empezamos a comprender. También se le atribuye a W. Edwards Deming una frase que me gusta: “en Dios confiamos; los demás, traigan datos”. Medir elimina parte de la subjetividad y abre la puerta a conversaciones mejores.

¿Qué medir? Lo mínimo vital para ver el flujo. En tecnología, lead time, cycle time, frecuencia de despliegues y tasa de fallas. En operaciones, tiempos de espera, retrabajos, dependencias externas y bloqueos. En cualquier área, el porcentaje de tiempo en tareas que no agregan valor (traslados, aprobaciones redundantes, reportes manuales). No hace falta un tablero NASA: primero, un cuaderno; luego, una planilla simple. Medir es acercar el tacho en el plano del conocimiento.

Pequeño truco práctico: buscá la “primera cuadra” y la “última cuadra” de tu día. ¿Qué las separa? ¿Cuánto caminás entre una y otra? Esa diferencia suele ser el interés de tu deuda.

Identificar: encontrar el tacho

Medir nos muestra patrones; identificar es interpretar el mapa. Eliyahu Goldratt decía: “Decime cómo me medís y te diré cómo me comporto”. Si el indicador premia la cantidad sin mirar el flujo, terminamos acumulando latas de pintura al fondo del depósito. Identificar es preguntarnos dónde está realmente el tacho en nuestro proceso.

Señales típicas:

  • “Siempre se hizo así”. Traducido: nadie sabe por qué el tacho quedó ahí.

  • Muchas manos para un paso simple: aprobaciones seriales, vueltas innecesarias, formularios que piden lo mismo dos veces.

  • Conocimiento concentrado: una persona que “sabe” dónde está la brocha y todos dependen de ella.

Para mitigar esto, tenemos herramientas simples: mapeo del flujo de valor (pasos, tiempos, esperas), gemba (ir a ver dónde ocurre el trabajo), cinco porqués y simulaciones para probar hipótesis. En mi experiencia, el gran avance llega cuando ponemos el proceso sobre la mesa y lo discutimos sin culpas: nadie es el problema; el problema es el diseño del sistema.

Corregir: mover el tacho, de a poco y con intención

Corregir no es heroico; es artesanal. No requiere una reorganización épica, sino experimentos seguros, de bajo riesgo y reversibles. Steve Jobs lo resumía bien: “el enfoque consiste en decir no”. Decir no a trabajos en progreso infinitos, a lotes enormes, a capas de complejidad que no aportan. Antoine de Saint‑Exupéry lo dijo de otra manera hermosa: “la perfección se logra cuando no queda nada por quitar”.

¿Qué significa “acercar el tacho” en lo cotidiano?

  • Automatizar pasos repetitivos: despliegues, pruebas, reportes.

  • Limitar el trabajo en curso (WIP).

  • Estandarizar lo que funciona.

  • Eliminar pasos muertos: autorizaciones sin criterio, copias de mails, reuniones sin propósito.

  • Distribuir conocimiento: documentación ligera, mentoreo, rotaciones.

  • Feedback continuo 360: el buen feedback permite identificar problemas antes de que sucedan, es una mirada al futuro, y un ejercicio que permite además que todos se sientan escuchados.

Una línea roja: corregir no es atajar incendios. Apagar fuegos se siente productivo, pero rara vez mueve el tacho. Muchas mejoras necesarias son silenciosas: no brillan en el reporte, pero reducen metros todos los días.

Volver a medir: cerrar el bucle

Si no volvemos a medir, aprendimos poco. El ciclo medir → identificar → corregir → volver a medir es el mantra. Cada mejora necesita una línea de base y una comparación. ¿Qué cambió en el lead time? ¿Cuántos bloqueos evitamos? ¿Cuánto caminamos menos? A veces el cambio no funciona y eso también es aprendizaje: ajustamos y probamos de nuevo.

Acá florece la cultura. Cuando el equipo ve que mover el tacho mejora su día —menos estrés, menos idas y vueltas, más foco—, el cambio deja de ser un plan “de la dirección” y se vuelve propiedad compartida. La medición deja de ser auditoría y pasa a ser espejo.

La deuda técnica no siempre es técnica…

La deuda técnica está compuesta por apuros, aciertos inmediatos, fracasos con soluciones urgentes. Es todo eso que podés hacer para mejorar cada proceso en tu vida, en tu empresa, en tu equipo, en tu familia.

En primera persona: cada vez que acepté “lo hago rápido y después lo emprolijo”, pagué intereses. A veces valió la pena; muchas, no. El antídoto no es la pureza, sino la conciencia: elegir cuándo tomo la deuda, anotarla y acordar cómo y cuándo la pago. Porque la deuda técnica también tiene calendario.

Un método mínimo para mañana

Si tuviera que dejar una receta mínima, sería esta:

  1. Medí una semana. Nada sofisticado. Tomá dos o tres variables del flujo y registralas cada día.

  2. Marcá la “primera” y la “última” cuadra de tu jornada. Buscá la diferencia, discutila en equipo.

  3. Elegí un experimento de dos semanas para acercar el tacho. Que sea reversible y visible.

  4. Volvé a medir. Si la diferencia se achica, estandarizá. Si no, cambiá la hipótesis.

Pequeños pasos, gran efecto compuesto. “Los problemas de hoy provienen de las soluciones de ayer”, decía Senge. Resolvamos hoy para no hipotecar mañana.

Pregunta! dónde está tu tacho hoy?

La deuda técnica es, en el fondo, una conversación sobre cuidado: del tiempo, del foco, del sistema y de las personas. Cuando acercamos el tacho, ganamos todos: menos desgaste, más sentido, mejores resultados. Y no será perfecto; John Gall lo resume: “un sistema complejo que funciona siempre evoluciona de un sistema simple que funcionaba”. Empecemos por lo simple: ver la caminata, mover el tacho, repetir.

Yo aprendí a preguntarme esto en cada proyecto: ¿dónde está el tacho hoy y cuánto caminamos para volver a él? Si la respuesta es “lejos”, ahí está la oportunidad. Medir, identificar, corregir, volver a medir. Ese es el mantra. Lo demás, tan solo distancia.

Autor: Fabian Mesaglio





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