martes, 10 de mayo de 2022

Reeditandonos




Mantener la cabeza ocupada

Tanto la subestimulación como la sobreestimulación dejan a la persona promedio de hoy en ese extraño lugar en que el tiempo se detiene. No sabemos si estamos cansados, estresados, aburridos o enojados, pero de lo que no hay duda es de que la gente está sufriendo la actualidad por no poder encontrar balance. Y casi siempre ante el umbral de un “como quisiera….” o un “me gustaría….” sin un fin real al final de esas frases. 


Y esto sucede por no hallar un fulcro de conocimiento en el cual centrar la palanca que nos permita levantar el mundo o dicho de otra forma, un centro en el cual apoyados que sobresalga de nuestros amplios conocimientos en el que podamos enfocarnos en la tarea exacta en la que nos tenemos que concentrar.. 

Nuestra mente genera conexiones químicas con cada concepto, con cada dato que consumimos, esas son sinapsis, descargas electroquímicas que recorren nuestras redes neuronales, con el fin de acceder a nuestra memoria, a nuestro comportamiento lógico y a partir de esos datos configurar cómo vamos a accionar o a reaccionar.

Mucha data

Ante el bombardeo constante de información, la mente también puede detenerse, ya que sobreestimulada entra en conflicto, libros, televisión, radio, redes sociales, artículos, diarios, podcasts, navegar en una realidad que se complica mas y mas con cada nuevo conocimiento, una tremenda cantidad de fuentes de datos a nuestra disposición, y a la vez  una sociedad que dejó de estar compuesta por un puñado de individuos compartiendo un espacio local para convertirse en una gran aldea global. Sabemos lo que le sucede a un sinfín de personas que no tienen relación directa con nosotros, pero aún así tenemos algún grado de conocimiento y con ello un punto de menor o mayor injerencia en el asunto. Así, nos estresamos por aquello que puede sucederle a otros ya que puede sucedernos a nosotros también, desde un concepto tan lejano como ese a ponernos a investigar a través de todos los medios a disposición, nos damos cuenta que todo esto también forma parte de nuestros ciclos de estrés. 

La sola posibilidad de actuar de esta manera nos lleva a un eterno síndrome del impostor, en el que en todo momento nos preguntamos si deberíamos estar haciendo algo más …. ¿en qué te preguntarás?..... en aquello que sea en lo que estamos pensando en este momento. Siempre hay oportunidad de autoflagelarse con la sensación de no saber. 

Poca data

La estigia de la idea nos vuelve locos, perdemos esa alegría que nos presenta el propósito, quitándonos la necesidad de enfoque en esa infinita cantidad de variables que pone el Universo frente a nosotros cuando no inferimos nuestro destino. Si procrastinamos la absorción externa de datos, sea cual fuere el motivo, comenzamos a ser nosotros esa fuente de datos, creando así desde la imaginación nuevos paradigmas y creencias, sin base real.

Cuando no hay mucho por hacer nos preocupamos, nos desesperamos porque no hay como esa letárgica sensación que al principio es descanso pero que en la repetición se vuelve desesperación. La inhóspita sensación que nos causa el peor de los enemigos, ese que nos pone a pensar cosas raras, el aburrimiento. 

La mente como un músculo

Pero no solo es molesto el aburrimiento, también es malo, nos lleva por un camino de desidia en el que si nos llegamos a sentir a gusto, pondremos a nuestra mente en un punto de letargo, del cual es muy difícil volver.  

De la misma manera que nuestros bíceps o nuestros deltoides, nuestro cerebro debe entrenar para mantenerse ágil, se ha comprobado en las últimas décadas que la propensión a enfermedades mentales degenerativas en gente que ha dejado de realizar actividades que desafíen a sus mentes, donde “desafío” no significa otra cosa que un cambio de rutina.

De hecho se recomienda a partir de los 50 años, la utilización de técnicas para mantener la mente trabajando a su mejor potencia, tales como escribir o hacer cosas con la mano contraria con la que lo hacemos normalmente, intentar leer de atrás para adelante. Forzar a nuestro cerebro a crear nuevos caminos sinápticos todo el tiempo. 

Soltar la manija

Liberar la mente, no significa dejar de aprender, sino dejar de aferrarnos a lo que sabemos en pos de lo que estamos aprendiendo, ya que cada nueva pieza de información reconfigura y adapta la calidad de lo que podremos recolectar en nuestra memoria, aumentando lo que ya está en nuestra mente o modificándolo desde sus raíces. Y en este punto se hace relevante, esto de “soltar la manija”, aunque para ello es muy necesario comprender que todo cambia, que somos cambio, que dónde no lo hay entropía, tampoco existe vida y por lo tanto dejar de aferrarnos es el camino para convertirnos en vasos medio llenos, en los cuales pueda seguir la información que poseemos pueda seguir renovándose.

No somos arquitectos del camino, sino navegantes del caos que este nos presenta.  

Lo nuevo que aprendamos, si nos lo permitimos, tiene la posibilidad de enseñarnos a comprender que lo que sabíamos cierto, en un contexto distinto puede ser erróneo, que es posible que un nuevo concepto destroce nuestras creencias y nos lleve a un nuevo Universo. 

A seguro se lo llevaron preso

Por algún motivo tenemos la costumbre de necesitar sentirnos seguros de lo que sabemos, y esto nos lleva a intentar abrazar desesperadamente lo que ya conocemos, en lugar de adoptar conceptos renovados y actualizados. Nos encadenamos a procedimientos que nos funcionaron en algún momento haciendo caso omiso de todas las variables que han cambiado entre el antes en que funcionó y la iteración contínua con vistas a la mejora que llega con las nuevas variantes de esto que llamamos, hoy. 

Así, nuestra consabida frase “no arregles lo que no esta roto” nos enjaula, porque nos pone en una dicotomía 50/50, de roto y no roto, cuando en la mejora se asume el funcionamiento correcto y se avanza en pos de una mejora cualitativa, cuantitativa o temporal.

Por lo tanto, al estar “seguros” de algo, lo estamos en un contexto definido, en un momento en el tiempo, en un lugar, pero los absolutismos tarde o temprano terminan reeditados. 

Mantenernos ocupados

Ya sea leyendo, viendo cosas nuevas, saliendo al mundo, meditando, necesitamos no dejar de avanzar, de crecer, de maravillarnos con el fin de que nuestra mente pueda sostener mucho más o pueda editarse a sí misma sin sentirse atrapada. Respirar y aceptar que aquello que sabíamos ya es parte del pasado y que lo que sabemos hoy lo va a acompañar pronto. 


Autor: Fabian Mesaglio

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