martes, 10 de mayo de 2022

Expectativas vs realidad


 


Vivimos bombardeados por información, por ofertas de realización que aparecen a la vuelta de cada esquina, ante el cacofónico estruendo de un click, la constante oferta de cada aplicación a modo de pago implícito en nuestro teléfono. 

Son esas verdaderas oportunidades de realizar pruebas que nos pueden mostrar como hacedores ante nuestras tribus analógicas o digitales. Desde la tan probada masa madre para hacer pan tan solo con las levaduras originales de los granos utilizados hasta aprender lenguajes de programación para crear universos sin otra base que la que vemos en el tutorial, ese que con cariño nos acompaña de la mano a ver nuestro primer “Hola Mundo”.

Está todo ahí al alcance de una decisión, de un ataque de necesidad de encontrar una semilla de posteridad en la que participemos haciendo algo por el todo y por nosotros mismos.

Pero la mitad de las masas madre se nos pudren, los panes y las pizzas no salen como nos prometieron, minutos más tarde nos damos cuenta que ese “hola mundo” no llega a ser siquiera el punto de partida.  Y a la vez comprendemos que nuestro primer error es que no sabemos seguir una lista de pasos, que en pos de la inmediatez dejamos de hacer cosas de esas sencillas listas porque nos parecían innecesarias, o porque simplemente nos olvidamos. Algo así como las piezas sobrantes de ese mueble que armamos y recordamos cada vez que se escucha el rechinar de las puertas y todo por no poner esos aritos de plástico en las bisagras, quién lo hubiera imaginado. 

Así es como comenzamos a notar el cambio generalizado en la sociedad de la cual somos parte, donde algunas mentes, quieren lograr más en lo que sea que se propongan, otras como siempre sucedió, quieren simplemente acompañar el “cambio” en silencio y muchos otros desisten, fracasan, caen en la desesperación que causa intentar y quedarse en el camino.

Para todos los aventureros, para los que lo logran y los que no, es para quienes este artículo va a tener mayor sentido, somos seres llenos de expectativa de logros, de infinitos universos de los que queremos formar parte, somos ávidos buscadores de la emoción que causa conseguir ese momento de triunfo en el que logramos llegar a nuestras metas. Ya que la lucha entre lo que deseamos y lo que hacemos es tan antigua como nuestra propia especie. Aunque quizás la gran diferencia tenga que ver con que, en la antigüedad si la expectativa y la realidad quedaban fuera de balance, uno simplemente no comía, o no tenía abrigo para el invierno, lo cual hacía que la habilidad en la ejecución de lo que nos proponíamos fuera extremadamente importante y esencial para nuestra supervivencia. 

Invertimos tiempo, buscando ganar sensaciones

Hoy, en una sociedad más adaptada y donde las necesidades básicas están medianamente cubiertas, tan solo nos enfrentamos al reflejo de querer realizar ciertas tareas a cambio de la recompensa inmediata que nos entrega el éxito. Después de todo, la sensación de haber ganado en lo que nos proponemos y las endorfinas provenientes en los subsiguientes recuerdos del evento, nos paga con creces el tiempo que vamos a invertir en conseguir ese logro. Y sí, la palabra es invertir, porque esa sucesión interminable de momentos es la moneda común con la que pagamos nuestros intentos de éxito y el placer de haberlo logrado es el retorno de nuestra inversión.

Cada momento que nos divertimos haciendo eso que nos hemos propuesto, puede considerarse parte del pago, ya que alcanzar la meta no es más que un momento, un hito, que nos deja en un lugar en el que podemos decidir detenernos, porque ya lo logramos todo, o simplemente puede ser el punto de partida de una nueva aventura.

¿La torta de Pikachu que hicimos, hace llorar a los niños…. y a algunos adultos? 

No hacemos estas cosas para cumplir con las expectativas de otros, sino con las propias, no emprendemos con el fin de demostrar, sino con el fin de proponernos un desafío, de batallar contra ese eterno enemigo llamado aburrimiento. Lo importante de emprender algo yace en la experiencia, en el acto de comprometernos a la realización de algo, en comprender que el primer intento no necesita ser profesional, sino que tiene como único fin haber llenado nuestro tiempo, darnos la oportunidad de recibir de nuestra parte una palmadita en la espalda, una sonrisa en rostro porque logramos aquello que nos propusimos y que, después de todo, es verdad, tenemos 2 o 3 niños en la fiesta con ataques de pánico y terror, pero también podemos ver en la esquina al gordito gourmet que entendió que si bien nuestra torta es visualmente espantosa,  también tiene muy buen gusto. Y es este el punto en el que tenemos que hacer foco, no importa el resultado, importa el camino que recorrimos para llegar a él y hasta algún personaje que nos encontremos y aprecie nuestro primer intento, como la antesala de un futuro promisorio.   

La próxima vez que realicemos esta tarea, tomaremos otras decisiones, las cuales seguramente, serán mucho más estudiadas o quizás simplemente le pidamos ayuda a alguien más, pero insisto, es el camino y no la meta lo que nos ha mostrado la forma de darle mas valor aun a todos esos momentos. 

La realidad de la expectativa

La más cruda de las realidades es que quizás lo que hagas pueda no ser excelente, pero tampoco es importante que lo sea, ya que lo más importante sucedió, diste el primer paso, ahora solo te resta vivir el viaje. 

Finalmente siempre es necesario hacer un balance de tus fallos y tus logros, de lo que entregaste a cambio de lo que recibiste y en este caso la balanza, debería contener tus  expectativas de un lado y todo aquello que pusiste de tu parte, del otro lado.  

Quizás lo más gracioso sea que lo que tenés que poner en el contrapeso de tus expectativas, son todas cosas sin peso material, experiencia, tiempo, miedos, estudio, habilidad, ganas, sos vos el responsable de materializarlas…. de hacerlas materia, de darles “peso”, ya que si no lo hacés actúa la gravedad y es el plato con tus expectativas, ya pesadas en tu imaginación, el que siempre va a quedar por debajo. 

Autor: Fabi

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