Ese lugar en el que la tecnología nos permite jugar con los materiales elementales y producir verdaderas herramientas diseñadas con funcionalidades específicas. En el camino de la adaptación, fue parte del claro camino evolutivo, la mejora continua, el análisis circundante, la experimentación con materiales, la educación con vías a la especialización y con esta el beneficio para la especie toda.
Entramos a la forja como material informe, como un proyecto, como ese algo que se mira a la distancia con ansias de que suceda. Una increíble cantidad de eventos fortuitos se van a encargar de moldear cada una de nuestras habilidades y seremos absolutos responsables de sobreponernos o aceptar nuestras debilidades.
El calor producido por cada evento nos ablanda mientras el martillo nos golpea imprimiendo conocimientos, enseñanza, experiencia, y a la vez, el entorno nos endurece con la presión, nuestras moléculas se condensan en cada golpe y se templan con cada gran dificultad que se nos presenta.
El fuego
Me gusta decir que el camino produce fricción, que la fricción nos calienta y nos prepara para ser golpeados, pero el calor del fuego es necesario, para que aunque nos metamos en la forja brutos, obtengamos la temperatura necesaria para poder fusionar lo que sabemos con lo que sabremos.
Es muy importante que este calor lleve un ritmo de temperatura, si es mucho o muy poco obtendremos fragilidad, inestabilidad, poca cohesión, los conocimientos no se asientan o quedan escorias entre materiales que no van a poder unirse bien o no se comprenderán conceptos o se malinterpretarán las cosas que se quieran hacer entender.
Por tanto el fuego en la forja será gradual y balanceado, para ablandar antes de golpear sin quemar los materiales que aún no tomaron densidad o para calentar lo suficiente el acero resultante, llevarlo a ese punto en que los átomos de la composición se entrelazan para cambiar la rigidez de nuestro material y las capacidades del mismo.
El Tiempo
El balance entre el calor, el material, el arte, el plan y la misión yace en este concepto tan abstracto. Mucho tiempo y mucho calor echarán a perder la pieza o a la persona. Años, siglos, milenios nos modificaron como especie, como sociedad, como individuos. Nos mostraron épocas terribles en las que la gente tuvo que templarse para resistir los embates de la existencia diaria. El tiempo es la clave para que el fuego no nos queme, para que el frío no nos agriete, para que cada conocimiento entre acompasado en cada golpe del martillo de forja.
El martillo
Es la herramienta que moldea el material, es palabra, es un libro, es la voluntad del artesano y si no lo hay es la voluntad de la sociedad y en su defecto de la naturaleza.
El martillo es la regla y la guía que transforma el bruto y caliente material en una obra de arte, en una herramienta, en una espada, en un escudo, en una cuchara, o quizás en un nuevo artesano.
En cada uno de sus golpes imprime el saber de quien lo blande en ese material que muta, se estira y toma la forma que que debería tomar. Es la herramienta con la que como dioses cambiamos el espíritu del acero o la mente joven en algo nuevo, en una pieza funcional para su entorno.
El acero
Se forma, se calienta, se ablanda, se combina y cambia para ser extremadamente inflexible o para ser muy maleable, si lo hacemos demasiado duro será quebradizo, si lo dejamos blando se doblará o no resistirá. Combinaremos, conocimiento con calor y niveles de carbono, o una persona, educación y esmero.
Seremos en muchas ocasiones, nuestro propio acero y buscaremos artesanos que nos forjen, que nos conviertan o nos den nuevas herramientas con los cuales hacernos mejores cada vez que entremos al fuego y salgamos de él. Sumaremos materiales en el camino que nos hagan más resistentes o más maleables.
Dependerá de nosotros salir templados de cada gran fuego o al menos con la suficiente fortaleza para volver a comenzar, ya que la alternativa es ser descartados o darnos por vencidos y esta jamás debería ser una opción.
La vida
Es la verdadera forja, ese lugar en el que entramos como materiales y donde nos moldean tanto como lo permitimos para ser partes de una sociedad. Muchas personas entran a la forja con una idea de cómo van a salir, muchas otras entran una y otra vez para encontrar su forma final. Pero como hemos visto hasta ahora, todo es cuestión de encontrar un balance cuando se ha definido el camino, de esa forma aprenderemos a ser lo suficientemente maleables para adaptarnos al cambio y tan resistentes como para que nuestra esencia resista.
Cada día que pasa despertamos en esta forja y no importa si somos vendedores, programadores, escritores, lo importante es que permitamos que la vida nos de temple que no bajemos los brazos y que avancemos con una sonrisa hacia esa fragua en la que nos convertiremos siempre en algo más.
Autor: F. Mesaglio
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