miércoles, 27 de mayo de 2020

La Tribu y la empresa





Del latín “Tribus”, una forma de organización social de origen neolítico liderado por un jefe ya sea patriarca o matriarca y de manera más aggiornada, quizás podamos definirlo como un grupo de gente con los mismos intereses y propósitos. Un lugar de pertenencia, un espacio en el que la mente descansa porque el entorno la contiene y le da un sentido de propósito, eso es lo que la tribu le da a cada persona. Con el tiempo los tamaños y las funciones de las tribus se han ido modificando para adaptarse a las necesidades y al volumen del entorno social.

En un momento en que menos humanos habitábamos la tierra, la forma más segura de existencia era la coexistencia con pares, esto como ya mencionamos hacía las veces de motivo y de contención. Ser parte de algo es una necesidad básica del ser humano.

El concepto es sencillo hasta el punto en que vivimos en ese tipo de organización desde siempre, el tipo de tribu que más conocemos hoy es la familia. Pero las tribus solían estar formadas por varias familias. Las tareas repartidas de forma comunitaria, con valores distintos al de la propiedad, uno hace las cosas porque alguien del conjunto lo necesita y a la vez el grupo se encarga de las necesidades de uno.

El clan es fuerza, uno hace más por aquella gente a la que aprecia y ese lugar en el que protegemos, es también uno en el que nos cuidan. Cuando la tribu se convierte en pueblo pierde contacto en lo coloquial y deja su condición tribal, dado que los intereses comunes comienzan a hacerse tan dispares como el caudal de gente que compone el grupo.

Lograr un sentimiento tribal en nuestra empresa es una necesidad de la mayor importancia, esa relación en cada miembro potencia el bienestar de nuestro grupo de pertenencia a algo más grande que nosotros, en donde la camaradería ayuda y empuja, donde es razón y motivo. Donde un concepto tan básico como el honor nos da un marco de acción y comportamiento.

El grupo de gente se autosostiene, el team se impone reglas y crea la manera de hacerlas respetar de forma orgánica. En ese preciso lugar yace lo fantástico de las personas agrupadas con un fin común. La capacidad intrínseca de autogestión que se acrecienta con las aptitudes de cada miembro. “Yo soy más” porque en el equipo tengo a alguien que suma otro skill, la tribu me hace mejor.

Como ese grupo me contiene y contiene a cada uno de sus miembros, también hace de mí, un apoyo para otros y de esa manera me “cría” y me enseña como miembro de algo más grande, pero no tan basto como para no conocer de forma personal y profunda a cada uno de los que nos acompaña.

En estos tiempos, en que los grupos de pertenencia se van relegando a ámbitos más virtuales, el “consciente” colectivo comienza a sufrir, 7500 años de una sociedad intentando acrecentar sus tribus, deviene en una actualidad en que las religiones ya no son el punto de encuentro. Y es así como uno puede ver a la gente en la búsqueda de uno de esos grupos al cual pertenecer.

Si tuvieramos que apuntar a una forma de organización para nuestra empresa quizás esta sería la más oportuna, dado que la codependencia tribal no dista de la manada y nos permite ver posiciones muy similares entre alfas, betas, deltas y omegas.

De esa manera, la tribu, se nos plantea como un formato evolutivo que parte de otros grupos de mamíferos, que no sólo organiza sino que contiene y mejora las posibilidades de supervivencia del grupo. Un líder(alfa) que protege, prevé y coordina, betas que son sus principales capitanes y operan a partir de lo que planifica el alfa, deltas que operan a otros niveles para apuntalar a los betas y omegas que funcionan como amalgama reenfocando las discrepancias del grupo hacia su persona con el fin de evitar lo único que no debe pasar en una tribu, la desunión.

El sentimiento tribal, es ese espacio en dónde podremos crecer con la mejora grupal en mente, dónde desde el honor, buscaremos ser mejores para dar más a sabiendas de que si cada miembro lo hace, el grupo y cada integrante del mismo se fortalece. Aumentando las posibilidades de ser mejores que otras tribus. Pero para una empresa este concepto es aún más relevante en cuanto a que permite y promueve la formación de lazos afectivos en torno a las tareas.

De esa manera veremos a los miembros de cada conjunto ayudándose entre sí, promoviendo y apoyando cada acción individual que apunte a hacer más fuertes a todos. Desde la progresión de los deltas, al empuje del alfa, a la contención del omega. El esfuerzo común será mayor y a consciencia de que las cosas no las hacemos para contentar a un cliente, sino para hacer algo positivo por nuestra tibu.

Cuando alguien en una “manada” destaca, todo el grupo se eleva porque por individual que pueda ser ese éxito, tenemos que comprender que fue también mérito de su entorno y de su grupo. Y quizás sea uno de los efectos más atractivos ya que cada miembro potencia a los demás en una rueda positiva si aprendemos a premiar al equipo más que al individuo. Si lo vemos bien, son pares empujándose entre sí para llegar a ser mejores.

Las tribus bien entendidas, son una herramienta para que la empresa genere unidades funcionales de gente con características a nivel profesional y emocional, en un camino de mejora desde lo grupal, y con una sensación personal para cada uno de sus miembros en la cual crecer es hacerse mejor a sí mismo y por añadidura a todos los que lo rodean. Así, la tribu, es un medio y es un fin en el que una sonrisa de orgullo, o un abrazo nos perfila hacia el mejor de los momentos, hacia el éxito de todos.

Ser parte de una tribu es aceptar su diversidad, es entender que si todos los miembros del grupo fueran exactamente iguales no habría ni lugar ni puntos de crecimiento, que la entropía es parte importante de quienes somos y de cómo nos formamos, y que la variedad nos nos atiza y nos empuja a ser mejores, a tener mentes más abiertas, a tener una experiencia de vida que enriquece más allá, entendiendo que no se trata de la negación del yo preconcebido, sino del crecimiento personal en ese grupo de pares que nos llevará a despertar cada mañana.

Autor: F. Mesaglio

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