miércoles, 27 de mayo de 2020

Evitando la googlificación, entrenando el cerebro analógico





La llegada a un mundo sin dudas, está bastante llena de ellas….. de dudas, y la mayoría tratamos de resolverlas por el camino de menor resistencia, y hoy este sendero está en la punta de nuestros dedos. Si dudamos no tenemos más que preguntarle a Google, quién sin cansarse nunca, nos brindará un sinfín de resultados lo más cercanos posible a lo que la aplicación haya interpretado de nuestra consulta, y de consultas previas!. Y así comenzamos a googlificarnos (Cacho… llamame ya a la real academia de habla hispana para que me agreguen el término)

Así el nivel de duda/pensamiento/conocimiento del humano promedio con acceso a la tecnología, cambia del desconocimiento a la sobrealimentación de resultados y la necesidad de poder decidir entre ellos, ya sea confiando en la categorización del buscador y en nuestro criterio de búsqueda, o en los anuncios que tantas veces nos ponen para “guiarnos”.

Por tanto nos enfrentamos a una aventura digital, en la que ya sea por voluntad o preconceptos, comenzaremos a leer de manera secuencial cada página que llegue a nosotros con información sobre lo que queríamos saber.

Pero es acá donde la cosa se complica. Ahora tenemos que elegir cuál es la respuesta correcta y entre un sinfín de posibles resultados, tendremos que devanar nuestros cerebros intentando dilucidar si nos dicen la verdad o nos mienten. De esta manera nuestras mentes, acostumbradas a la generación de patrones, intentarán forjar caminos para dilucidar la mejor manera de aceptar lo dicho en un lugar o en otro, ya sea por alcurnia de la fuente, o por simple estadística. Y a la vez tendremos que tener la capacidad de recordar un conocimiento en el que no pensamos realmente, con lo cual vamos a recordar realmente el patrón mental de quien escribio o grabó.

A medida que nos vamos especializando en esta “googlificación” (...y Cacho?) ya sabemos a dónde buscar ciertos tipos de información, las preguntas en google, los mapas en googlemaps, wikipedia para biografías, mercado libre, ebay, amazon, para saber cuánto cuesta algo (Doña rosa ya no nos puede cobrar más caros los chicles!), youtube para videos de entretenimiento o tutoriales. Y podríamos seguir así para casi cualquier tarea que se nos ocurra, va a haber un servicio que nos brinda en bandeja la información para que nosotros tomemos la decisión de a quién creerle. Hablaremos por Whatsapp, nos veremos por Snapchat, llenaremos nuestra mente de música gracias a Spotify.

Pero con todo esto nuestra mente se especializa. Un cerebro plástico como el humano se adapta tanto a lo bueno como a lo malo y acá es el lugar donde debemos empezar a independizarnos del medio, de las ventajas, para mantener un cerebro que no pierda la capacidad de búsqueda, asombro.

El sentido común es algo que se ejercita desde la información con la que contamos, al aplicarle lógica, al dilucidar la forma de obtener más información a partir de aquella con la que ya contamos en nuestras mentes. En lugar de simplemente ir y leer por qué sucede algo de una manera en particular, intentar descubrirlo por nuestros propios medios, calcularlo o entender su funcionamiento a partir de lo que ya sabemos, ya que de esta manera el patrón sigue siendo la lógica que nos define con nuestro pares, y a partir de la misma, ver cosas que nos están vedadas ya que nuestras mentes se van especializando en tomar lo dicho por otros como verdad en lugar de descubrirlo desde nosotros mismos.

A lo antes mencionado se suma la sobrecarga de información a la que nos exponemos día a día, datos y más datos que nuestro cerebro consume y acepta como válidos casi sin excepción.

Por esto, ejercicios tan simples como salir a caminar, pensar, meditar sobre los temas que nos atañen son tan importantes para no perder lo que nos hace diferentes, lo que evita que nos cuenten cosas de manera indiscriminada o tendenciosa, es no permitir que encierren las respuestas a nuestras preguntas en soluciones más allá de la lógica personal.

Es dejar de comprar la caja de bizcochuelo y pagar 5 veces el valor de sus componentes por el sólo hecho de no tomar 2 minutos para pesarlos!

Preguntarle a nuestra mente qué sabe sobre algo y si no sabe, imaginar cómo sería aquello sobre lo que queremos saber, nos va a demostrar que muchos de los conocimientos que adquirimos a través de nuestros dispositivos, ya estaban en nuestras mentes, o podían ser producidos ante la combinación de otros datos que ya teníamos. Esto permite que nuestra memoria juegue con nuestra lógica para producir una respuesta basada en lo que sabemos, interpretamos datos en lugar de conceptos de terceros.

Y como todo músculo el cerebro se ejercita cuando se usa, y si lo ejercitamos para ser más veloz, veremos que en un tiempo las respuestas serán más rápidas, y si hacemos lo mismo pero para que recuerde más, también lograremos mejor memoria, y así con cada cosa que entrenemos, pero qué nos entrena la información en bruto, nos va a dar mejores respuestas?, en algún momento es como ponerle combustible aeroespacial un automóvil sin motor, al que le cargamos información pero no le pedimos que haga cosas a partir de ella, con lo cual nuestro cerebro se va a especializar como un sencillo seleccionador en lugar de ser, como debe, un generador de conceptos.

A la vez la sobrecarga de información y el poco proceso lógico nos dejan en un lugar en el que comenzamos a depender de las fuentes de información para poder recordar, nos integramos a una memoria global y rompemos procesos de recuerdo personal. Crear memorias lleva energía y al igual que nos pasó con las agendas, hay cierta información que el cerebro no acumula más, convirtiendo internet en una memoria externa de nuestro cerebro, con millones de entradas que no tienen sentido sin el conocimiento que las amalgame. Así nuestro nuestra masa gris sólo almacenará los los elementos transaccionales, es decir, a dónde voy a buscar tal o cual dato. Por lo tanto si nos aislaran de la tecnología simplemente nos estarían realizando una lobotomía.

Los datos tomados de la web en general tiene una tasa de recuerdo menor y menos organizada, las pensamos en menor cantidad de niveles, con lo cual si queremos recordarlas necesitamos de la parte analógica del asunto, unir el concepto a la música, o a un aroma, aprender haciendo foco en un color o en alguien para relacionar los conceptos a mayor profundidad en nuestra memoria. De esa manera podrán convertirse en ladrillos con los cuales construyamos nuevos componentes, de otra manera nos exponemos a una suerte de alzheimer digital en el cual estaremos tanteando el mundo a ciegas hasta tanto, sedientos y arrastrandonos por la inhóspia volvamos a tener algo de conexión.

¿Para qué lado quedaba mi casa?

Autor: F. Mesaglio

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