Hay una imagen que me gusta: un capitán en la proa de un barco, mirando el horizonte… brújula en una mano, lista de tripulación en la otra. Ese es el verdadero rol del líder: estar al servicio.
Poner en manos de otros el destino de un plan es un salto de fe. No un salto ciego, sino informado, previsible dentro de lo posible. Y para que sea previsible, el líder debe conocer a su gente, tanto técnica como humanamente. Cada persona del equipo es una extensión natural de sus propias capacidades. Si no las conocés, no podés medir el alcance real del conjunto.
“El ejemplo no es lo principal para influir en los demás, es lo único.” — Albert Schweitzer
La misión real del líder no es mandar: es mostrar el camino, crear el entorno adecuado y llevar un mapa mental del proyecto. Ese mapa debe encajar con el roadmap de hitos y con las habilidades colectivas. No alcanza con saber hacia dónde vas: tenés que saber con quién contás para llegar.
Estar al servicio significa poner al otro primero. Tomar decisiones basadas en el conocimiento real de cada miembro del grupo, y usar esos talentos como un set de colores con el que pintar una obra de arte. Y ojo: si planeabas pintar un paisaje de campo y no tenés pintura verde, más vale saberlo antes. Así decidís si salís a buscarla… o si cambiás el plan y pintás un paisaje nocturno.
“No le digas a la gente cómo hacer las cosas, deciles qué hay que hacer y te sorprenderán con su ingenio.” — George S. Patton
El liderazgo es, en gran parte, un acto de cultivo personal. Para guiar, hay que comprender; para comprender, hay que aprender; y para aprender de verdad, hay que enseñar. Nunca se aprende tanto como cuando se enseña.
Conocer a tu gente no es un gesto simpático: es una herramienta estratégica. El líder que sabe quién es quién puede anticipar problemas, evitar cuellos de botella y potenciar el talento. El que no lo sabe… se entera cuando ya es tarde.
“El liderazgo es la capacidad de transformar la visión en realidad.” — Warren Bennis
No me gusta hablar de “líder positivo” o “líder negativo”. Prefiero pensar que hay personas positivas y negativas que, por distintas circunstancias, llegan a liderar. La palabra clave es líder. Y no se puede serlo sin una base de entrega personal.
Esa entrega implica estar dispuesto a poner el hombro, escuchar y ser el primero en asumir la responsabilidad cuando algo sale mal. El liderazgo al servicio no es un eslogan: es un compromiso diario. Escuchar antes de decidir. Preguntar antes de ordenar. Dar ejemplo antes de exigir.
Cuando un equipo siente que su líder está para servir y no para servirse, nace algo poderoso: la confianza. Y con confianza, un grupo normal puede lograr cosas extraordinarias.
“La gente olvida lo que dijiste, olvida lo que hiciste, pero nunca olvida cómo los hiciste sentir.” — Maya Angelou
El líder al servicio sabe que el éxito no se mide solo por los resultados del proyecto, sino por el crecimiento de las personas que lo ejecutaron. Ese crecimiento es lo que garantiza que el próximo desafío tenga más chances de éxito que el anterior.
Un buen liderazgo es como una orquesta: el director no toca cada instrumento, pero sabe cuándo y cómo deben entrar. Y, sobre todo, entiende que su tarea no es brillar… sino hacer que todos brillen.
“No hay viento favorable para quien no sabe a dónde va.” — Séneca
Así que si hoy estás liderando, preguntate:
¿Estoy al servicio de mi equipo, o espero que ellos estén al servicio mío?
La respuesta a esa pregunta es lo que separa a los que ocupan un puesto… de los que inspiran a los demás a seguirlos.
Autor: Fabian Mesaglio
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