Que es lo que crees que queres tener. La pregunta parece simple, pero ahí hay una trampa: perseguimos objetos como si en ellos estuviera la respuesta. Posiblemente aprendamos sobre la realidad y la poca importancia que tiene lo material cuando se entra en un área de absoluta abundancia. Y en ese camino vamos, en la automatización de todo y el concurrente ‘beneficio’ que vendrá es que ya no vamos a desear cosas, porque simplemente van a estar ahí para nosotros si es que queremos tomarlas. Si lo material deja de ser escaso, ¿qué queda?
El Juego se va a poner aburrido, porque se llega a un punto en que literalmente todo puede ser tuyo, y vas a probar cada cosa que quieras y vas a poseer cada cosa que quieras, hasta que no tenga sentido. Oscar Wilde lo anticipó con ironía: “Hay dos tragedias en la vida: no conseguir lo que quieres… y conseguirlo”. Cuando el deseo se satisface sin fricción, desaparece el motor de la carencia. Naval Ravikant lo resume en una línea incómoda: “El deseo es un contrato que haces contigo para ser infeliz hasta conseguir lo que quieres”. En un mundo de acceso instantáneo, firmar menos “contratos” y diseñar más propósito es clave.
Uno de los posibles futuros inmediatos puede incluir la absoluta abundancia, donde obtener cualquier cosa material no tenga otro desafío que solo quererla o pedirla. Un espacio en el que lograr propósito va a tener otro sentido completamente distinto. Nietzsche ofrece una brújula para ese terreno: “Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo.” Si el juego de acumular pierde encanto, el nuevo juego es elegir con intención ese porqué.
Imaginá que ese paraíso donde tenés todo lo que querés es otra forma de infierno. Es enfrentarnos a la tedia, perder ese propósito sencillo que teníamos hasta el momento, esa pequeña cosa brillante que nos tienta y que no podemos tener; entonces creamos un plan: ese auto, o simplemente la necesidad de crear bienestar y estabilidad para proveernos de techo y alimento. Lao Tsé agrega un recordatorio sereno: “El que sabe que tiene bastante es rico.” La abundancia no es solo tener; es saber cuándo basta.
Por esto necesitamos una solución que nos permita hacer algo con nuestro tiempo, algo en lo que poner esperanza, en lo que poner la mente mientras todo lo demás se nos da. Propongo tres movimientos concretos para ese “juego 2.0” :
- Diseñar límites a propósito. Si todo es posible, nada importa. Elegí restricciones valiosas: un problema real (educación, salud, ambiente), una comunidad concreta y métricas claras. Antoine de Saint‑Exupéry lo dijo mejor: “La perfección se alcanza no cuando no hay nada más que añadir, sino cuando no hay nada más que quitar.” Las reglas crean significado.
- Cambiar “tener” por “construir”. Tener es estado; construir es proceso. Pasá de consumidor a creador: código abierto, proyectos comunitarios, arte, ciencia ciudadana. Erich Fromm advierte: “Si soy lo que tengo y lo que tengo se pierde, entonces, ¿quién soy?” La identidad se robustece en el aporte, no en la posesión.
- Convertir eficiencia en espacio de calidad. Si la automatización te regala horas, invertilas en lo que no escala: conversaciones profundas, mentoría, práctica deliberada, artesanía. Séneca nos baja a tierra: “No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho.” La abundancia de horas no sirve sin intención.
¿Cómo se ve esto de lunes a lunes?
— Propósito con nombre y apellido. En vez de “quiero impactar”, definí: “voy a ayudar a 50 pymes a adoptar IA sin despedir gente, midiendo productividad y bienestar”. Si no se puede medir, se evapora.
— Sprints de significado. Como en producto, pero con sentido: ciclos de 4 a 6 semanas con un entregable que mejore la vida de alguien (aunque sea un prototipo). Entregar es mejor que opinar.
— Comunidad antes que audiencia. Menos “seguidores”, más compañeros de ruta. Grupos chicos, rituales simples (una demo al mes, una lectura compartida), feedback honesto. “Quien mira afuera, sueña; quien mira adentro, despierta.” (Carl Jung)
— Portafolio de legos. Construí piezas reutilizables: documentos, datos, librerías, guías. Cada pieza debería servirle a otro sin pedirte permiso. La abundancia no es solo para vos.
— Rituales contra la tedia. Agenda bloques sin pantallas, práctica corporal, paseos sin auriculares. Blaise Pascal nos guiña un ojo: “Toda la infelicidad del hombre proviene de no saber quedarse quieto en una habitación.” El cuerpo es ancla: estamos vivos, no solo conectados.
Una advertencia amable: no romantices el hambre de antes. La escasez produjo ingenio, sí; también sufrimiento. Si podemos elegir, el desafío más adulto es crear propósito sin dolor. El aburrimiento no se cura con más consumo, sino con más sentido.
“Qué es lo que crees que querés tener?” puede ser el inicio, pero la pregunta potente es otra: ¿qué vale la pena construir cuando tener ya no alcanza? Si te da vértigo, es buena señal: dejaste la orilla de la escasez y empezaste a remar hacia el sentido. ¿Qué harías cuando lo material ya no sea el problema? Te leo en los comentarios.
Fabian Mesaglio
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