¿Te pasó alguna vez de sentir que todo está en pausa? Como si las cosas no avanzaran y el mundo se empeñara en ponerte obstáculos justo cuando menos lo necesitás. En esos momentos, es la esperanza la que aparece. No como un grito, ni como algo estridente, sino como ese susurro que te dice: “Seguí, todavía queda camino.”
La esperanza no es para cualquiera. No es para los que se quedan quietos esperando un milagro. Es para los que caminan, incluso cuando no saben bien hacia dónde. Es ese impulso que tienen quienes no se rinden, quienes confían en que, aunque el presente sea un caos, lo que viene puede ser mejor.
Una madre lo sabe. Esa paciencia infinita que tiene con su hijo cuando todo parece perdido, ese momento en el que, aunque el cansancio la venza, sigue adelante porque su hijo lo necesita. Lo mismo pasa con quien se anima a emigrar. Dejar todo atrás, lanzarse al vacío, sin certezas. Pero lo hace igual, porque cree que al otro lado del puente hay algo mejor. No sé vos, pero a mí eso me parece esperanza en su estado más puro.
El tiempo, ese compañero complicado
La esperanza es una mezcla rara entre el pasado, el presente y el futuro. Tiene algo del ayer, porque está llena de recuerdos, de cosas que vivimos y que nos dieron fuerza. Pero también vive en el ahora, en ese pequeño empujón que te hace levantarte cada día. Y, por supuesto, tiene los ojos puestos en el futuro, porque ahí es donde están los sueños.
Lo complicado es que a veces nos quedamos atrapados en uno de esos tiempos. Quizás demasiado en el pasado, recordando cosas que ya no se pueden cambiar, o demasiado en el futuro, soñando con lo que todavía no llega. La clave está en encontrar el equilibrio. Tener la vista en lo que querés lograr, pero no olvidarte de disfrutar lo que tenés hoy.
Eleanor Roosevelt lo dijo mejor de lo que podría explicarlo: “El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños.” (es una frase que uso bastante) Pero yo creo que esos sueños no se construyen mañana, sino ahora, en cada decisión que tomamos, por más chiquita que sea.
Caminar a tu ritmo
En este mundo que va a mil por hora, caminar a tu propio ritmo parece casi un acto de rebeldía. Todo el tiempo nos dicen que tenemos que correr, ser los primeros, llegar antes que los demás. Pero ¿qué pasa si elegís ir más despacio? ¿Qué pasa si decidís que no te importa la velocidad, sino el destino?
Hay algo muy poderoso en decir: “Este es mi camino y lo voy a recorrer a mi manera.” No significa que sea fácil, pero sí que es auténtico. Y al final, eso es lo que importa. Emerson lo dijo con mucha sabiduría: “No sigas el camino trazado, ve en cambio donde no hay camino y deja un rastro.”
No se trata de competir con nadie más que con vos mismo. Y eso es un alivio, porque la única persona a la que realmente tenés que superar es a la que eras ayer.
Caerse y levantarse
Si hay algo que la esperanza nos enseña es que las caídas no son el fin del mundo. A todos nos pasa. Tropezamos, nos golpeamos, nos duele. Pero, tarde o temprano, nos levantamos. Porque la vida sigue, y no nos queda otra que seguir con ella.
Mandela lo resumió perfecto: “Todo parece imposible hasta que se hace.” Eso es la esperanza. Mirar lo que parece imposible y decir: “Vamos, un poco más.” No importa cuántas veces caigas. Lo que importa es cuántas veces decidas levantarte.
Un legado silencioso
La esperanza no es algo que guardamos solo para nosotros. Es algo que se comparte, aunque no nos demos cuenta. En cada acto de valentía, en cada sonrisa que damos, en cada pequeño gesto, estamos dejando un legado. Estamos mostrando que, aunque la vida no sea perfecta, vale la pena vivirla.
Gandhi decía: “Sé el cambio que deseas ver en el mundo.” Y creo que la esperanza es justamente eso: ser un ejemplo para los demás. No hace falta hacer grandes cosas. A veces, lo más simple es lo más poderoso. Una palabra amable, un acto de generosidad, un poquito de paciencia. Todo suma.
Al final del día…
La esperanza es eso que nos mantiene de pie cuando todo parece derrumbarse. Es la fuerza que nos impulsa a seguir, incluso cuando no sabemos bien hacia dónde vamos. No es perfecta, no siempre es clara, pero es lo que nos hace humanos.
Si estás en un momento difícil, recordá esto: no estás solo. Todos, en algún momento, dependemos de esa chispa de esperanza para seguir adelante. Porque, como decía Einstein: “En medio de la dificultad yace la oportunidad.” Y si algo sé, es que las dificultades también nos enseñan a ser más fuertes.
Autor: Fabian Mesaglio
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