“En un minuto se va un mundo, en un minuto cabe la vida”, decía José Martí. Y, en efecto, cada paso en nuestro camino nos ofrece un mundo de posibilidades, a veces lleno de éxitos y otras de lecciones difíciles. Aprendemos a caminar sin certezas, solo con la fe en que nuestros pasos nos llevarán a donde debemos estar. Y aunque planificamos y proyectamos, el Universo insiste en demostrarnos cuán poco controlamos. Como en la paradoja de los navegantes, lo importante no es tanto el destino final, sino la travesía en sí misma.
La incertidumbre es una constante; tememos lo desconocido y, sin embargo, es en ese terreno incierto donde surgen las mejores oportunidades para descubrirnos. Recordemos las palabras de John Lennon: “La vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes.” Nuestro esfuerzo, entonces, debería centrarse menos en anticipar y más en adaptarnos y aceptar, reconociendo que el verdadero viaje comienza cuando dejamos de lado las certezas.
Equilibrio en el Vacío
Imaginá que avanzamos hacia el futuro como si camináramos sobre una cuerda floja suspendida en el vacío. Cada paso representa una decisión y cada vacilación, una pequeña caída que nos recuerda la fragilidad de nuestro equilibrio. Kierkegaard dijo que “la vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero debe ser vivida mirando hacia adelante.” Vivir implica aceptar que el vacío bajo nuestros pies es parte del viaje, y que el miedo, en lugar de paralizarnos, debe servirnos como señal de que estamos en movimiento.
El coraje no es la ausencia de miedo, sino la disposición a actuar a pesar de él, como bien expresó Winston Churchill. Y es este coraje el que nos permite dar el siguiente paso, sabiendo que la caída es una posibilidad, pero también entendiendo que cada paso hacia adelante fortalece nuestro equilibrio. El vacío deja de ser un abismo para convertirse en una oportunidad de redefinir nuestro propio balance.
El Tiempo y su Implacable Marcha
El tiempo es un compañero ineludible y, en muchos sentidos, nuestro guía y nuestro juez. Buda advirtió sabiamente: “El problema es que crees que tienes tiempo.” Vivimos como si el mañana estuviera asegurado, postergando nuestras ambiciones y sueños con la ilusión de que siempre habrá una próxima oportunidad. Sin embargo, el tiempo no espera. Cada minuto que pasa se convierte en una fracción de nuestra historia personal, que no podemos modificar ni recobrar.
El tiempo es un tirano amable, que nos permite evolucionar, pero también demanda acción. Theofrasto lo entendía bien cuando afirmaba que “el tiempo es la cosa más valiosa que una persona puede gastar.” La realidad es que, aunque sintamos que podemos detenernos, el mundo sigue girando, y el tiempo sigue avanzando con una fuerza imparable. Aprovechar cada instante, sin pretender controlar su flujo, es quizás el mayor desafío y la mayor recompensa.
La Competencia Verdadera: Contra Uno Mismo
A menudo nos encontramos mirando a los lados, midiendo nuestro progreso en comparación con quienes están delante o detrás de nosotros. Pero la verdadera competencia es interna. Epicteto, el gran filósofo estoico, lo decía claramente: “Compite contigo mismo, no con otros. Oblígate a ser mejor que ayer.” Al final del día, no importa cuántos logros tengan los demás; nuestra única misión es superarnos a nosotros mismos.
Este enfoque nos libera de la presión externa y nos permite concentrar toda nuestra energía en la autosuperación. Muhammad Ali, conocido por su confianza en sí mismo, dijo una vez: “Soy el más grande. Lo dije incluso antes de saber que lo era.” Su convicción refleja la importancia de confiar en nuestro propio potencial, no para superar a otros, sino para convertirnos en la mejor versión posible de nosotros mismos. La verdadera batalla es interna, y cada paso que damos hacia nuestra superación personal representa una victoria en ese camino.
Reflexión Final
Al final del camino, nuestras acciones no se medirán por la ausencia de fracasos, sino por la constancia con la que nos levantamos después de cada caída. Nelson Mandela expresó esta idea al decir: “No hay pasión en jugar a ser pequeño… en conformarse con una vida que es menos de la que uno es capaz de vivir.” Nuestras vidas están hechas para ser grandes, para estar llenas de desafíos y de momentos que nos obliguen a crecer. Solo avanzando con determinación y autenticidad, afrontando el tiempo, la incertidumbre y nuestros propios miedos, podremos decir que hemos vivido plenamente.
La invitación es clara: que cada lector recuerde que su única competencia es consigo mismo y que el verdadero éxito está en encontrar equilibrio, aprovechar el tiempo y desafiar cada paso con el coraje necesario. Porque, en última instancia, el viaje solo tiene sentido cuando caminamos hacia adelante con la firme convicción de que cada momento cuenta.
Autor: Fabian Mesaglio
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