lunes, 16 de noviembre de 2020

El mono que imagina




El ser humano, vive una realidad construida por la imaginación combinada de todos sus congéneres, a través de una línea de tiempo y en un contexto plausiblemente zonal . Vamos a poner este pensamiento en contexto. Somos esencialmente el último modelo de una especie, entre los homínidos, los que mejor supimos adaptarnos y por tanto sobrevivimos y nos expandimos. 


Nos gusta creer que aquello que compone a la sociedad en la que vivimos, es real. Pero nos olvidamos de que básicamente es….. todo una gran mentira que elegimos creer. 




¿Cómo una mentira Fabi? - pregunta el lector sintiéndose casi peyorado -  pero permítanme invitarlos a pasear por ese espantoso evento de levantarle las faldas a la realidad. De mirar el ADN del momento a momento, la trama en la que se sostienen nuestros pensamientos. 


Si le preguntamos a la naturaleza cuáles cree que deberían ser los “derechos de los animales”, posiblemente, y mientras nos sentamos impacientes, mirándola (imaginándola) con ojos de purísima niñez y esperando un gran discurso que nos alexione, que nos explique, nos encontraríamos con el desolado silencio del más profundo de los gritos, la furia del volcán, la ruidosa calma del lago en una noche sin viento, la adrenalina y el temor del predador frente a la entrega poderosa y absoluta de la presa al rendir su voluntad a ese destino, a ese azar cuyos dados ya habían sido lanzados en el momento de su concepción de manera casi determinista, genes, oportunidad. 


Esa es la realidad, aquella en la que una luz de color rojo no tiene chance de detener a un vehiculo de 2 toneladas, en la que una pared no te frena, porque lo que hay del otro lado no es de nadie… bueno o es de alguien a nivel territorio y está en vos (y en tu cariño por respirar o tu voluntad de luchar) el trepar la pared o no. 


Acá es donde podemos ver como el mono que imagina, en todos sus sabores y colores, se distinguió del resto de los seres de la tierra, adaptación a un nivel casi perverso, nada detiene al Sapiens Sapiens. Su capacidad de adaptación se distingue de las de otras especies animales, no somos más fuertes, ni más rápidos pero tenemos un lenguaje extremadamente rico y conformamos una sociedad tan compleja que en ocasiones nos permite olvidar que en este juego de la vida, el punto está en morir joven… lo mas tarde posible.


Podemos pensar en leyes, en conocimiento, en derechos, pero no somos más que otra categoría de animal, homínidos especializados que fueron domesticados por sus por sus propias “pertenencias” - y acá quizás estés preguntando “qué?!”, con una sonrisa te cuento, que solíamos ser bandas de “monos erguidos”, que cazaban y recolectaban, el hecho de que caminaramos en 2 “patas”, nos liberó los miembros superiores para poder utilizar herramientas, el éxito de esta evolución, brindó también alimento constante y variado, con el cual surtir a nuestros demandantes cerebros.


Y así como el guepardo especializó su velocidad, su agilidad, el homínido lo hizo con su inteligencia, cazando en manada, manteniendo vivos a sus cachorros en grupo, recordando de a poco los ciclos de las plantas. Hasta que algún recolector con su bolsa llena de granos de trigo dejó caer algunos en el camino y cuando volvió a pasar meses más tarde, notó que este había crecido. Y de esa manera alguien entendió que podía “dominar” una fuente de alimento, pero lo que realmente sucedió fue que nos encadenamos a los ciclos de esos vegetales y nos asentamos. Ya asentados, manteniendo residencia en un terreno para seguir las estaciones y la comida que la tierra producía a “nuestra voluntad”, seguimos cazando animales pero quedándonos con las crías vivas, ya que de esa manera había acceso a lo que lo que estas podían producir, o al menos era la forma más natural de conservarlos sin que la carne de fuera a echar a perder. 


De esta manera, la dieta humana pasó a ser menos rica que cuando cazaba y recolectaba, pero mucho más constante, con lo cual la especie avanzó (cerebro grande… comida constante) y se expandió. 


Quiero aclarar, que sigo hablando de especie, porque Sapiens fue contemporáneo a otros homínidos como los neandertales, los erectus, y tantos otros, pero estos no lograron adaptarse y ya sea que hayan sido exterminados por nosotros o que se hayan integrado a nuestra genética, no sobrevivieron a la selección natural como especies identificadas de la nuestra. Aunque lo más posible es que los hayamos exterminado como hicimos con cada especie que de alguna manera pudiera competir con nosotros por recursos. 


Hoy vivimos en un mundo inventado, en una realidad que se compone de lo que nos enseñaron, y casi ciegamente transmitimos esos preceptos a nuestros vástagos, tenemos… “fe” en que las cosas sucedan, esa palabrita…. “fe” nos mantiene en una ilusión constante, deseando o moviéndonos por algo que esperamos poder tener, pero “tener” es una parte más de esa alucinación en la que nos mantenemos (Diogenes se enojaba mucho con este tema), porque de alguna manera el deseo nos aleja de esa realidad tan profunda, no nos deja ver que lo único que realmente poseemos es el hoy, el ahora. 


Imaginar es un superpoder, nos permite previsualizar escenarios, situaciones y pensar alternativas a la realidad posible, lo cual, por pura bonanza de opciones, aumenta nuestra probabilidad de éxito en cada situación. Inclusive podemos utilizar la imaginación como una zanahoria para forzarnos en una dirección, imaginar cómo sería ver desde ese lugar tan alto hizo que alguien se subiera al Everest no?


Pero hablando de poderes podemos traer a la mesa a ese que es motor evolutivo directo, la memoria, cada especie viva, avanza por alguna forma de “memoria”, experimentar el mundo y recolectar lo vivido hace que la vida o la muerte tengan menos que ver con la “suerte” y más que ver con la experiencia recordada. 


Ahora viene lo bueno, es la imaginación la que se asocia con la memoria para crear el próximo gran salto… “la planificación”, cuando empezamos a planificar cambiamos el destino de todas las especies del planeta. Podemos poner “pasos delante de pasos” a futuro y en nuestras mentes, podemos forzar a los sentidos a funcionar ante lo que les indicamos, recordar un aroma, o el sabor de esa comida que tanto nos gusta o ver con los ojos cerrados un globo color violeta (como seguramente la estás imaginando en este preciso momento).


Así es como el “mono que imagina” evoluciona, creyendo y evaluando las opciones que le presenta su imaginación, en composición con lo que puede recolectar de sus experiencias vividas y la evaluación del resultado de cada una de ellas. 


Autor: F. Mesaglio


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