lunes, 13 de julio de 2020

Luz y oscuridad




El concepto dual, entre esa oscuridad, esa noche, ese mal que causa miedo y la luz que trae la nueva mañana, el bien que nos deja volver a observar para ya no temer. Es la base inicial del asunto. A partir de ese punto comenzamos a debatirnos con la realidad, con los conceptos que la forman y con la moral circundante a modo de set de reglas.

Nos montamos sobre la manera en la que nos enseñaron que las cosas debían brillar o no. Somos un reflejo de la historia que nos cuentan y el cúmulo de avances logrados en esa línea. Definimos la moralidad de nuestros actos a través de la evaluación repetida en el tiempo de la gente que tenemos alrededor.

Desde esos primeros homínidos y su temor profundo, al descubrimiento del fuego y las herramientas para desterrar esa oscuridad, para redefinirla, tomando su color como bandera y definiendo su uso con base en lo que conocemos como historias oficiales.

Deber ser


El “deber ser” es lo que hace que un vehículo de 2 toneladas sea detenido por una luz roja… la física no lo acepta y de hecho desaconsejaría a cualquier persona que confíe en la frecuencia de color de una onda luminosa como método para frenar un objeto que proyecta su masa en plena inercia hacia nosotros. Y aún así disfrutamos de este privilegio social en cada semáforo. Es la respuesta a esa a la pregunta ¿Puedo?, ya que basado en la escala de valores que me fue inculcada, podré tomar la mejor decisión posible, de acuerdo a las normas de decoro establecidas.

Entonces empezamos a ver cómo se forma la cosa, cómo iteración tras iteración de infinitos intentos de prueba y error nos traen hasta este punto en el espacio y el tiempo, a esta cuadrilla de acciones permitidas y prohibidas con las cuales construir senderos correctos, canteros y hasta los fuera de límite.

Historias oficiales


La humanidad es un “work in progress”, se arma día a día con la versión más contada dentro de ese grupo social al que pertenecemos, ya sea el inmediato o cada una de las capas concéntricas a nosotros con las que interactuamos, de alguna forma así sea distante.

La historia la escribe el que gana, por tanto es de importancia categórica el mantener el sentido común, la suficiente desobediencia social como para preguntarnos si eso que nos dicen que está bien, es lo correcto. Si el hecho de que muchos acepten una realidad es motivo suficiente para seguir esa senda como si lo fuera. Y que finalmente la historia que vivamos se va a basar en todo ese compendio de historias aceptadas para regular nuestro comportamiento en cada tipo de situación, con un espectro lo suficientemente controlado.

Y para los casos en los que esto no sucede existen reglas restrictivas con penalización a modo de correctivo punitorio, buscando como fines a esta idea tanto la reeducación del individuo que no respeta las reglas y a la vez sirviendo como el ejemplo de lo que le pasaría a alguien que decida no seguirlas.

La oscuridad


Por definición es la ausencia de luz, por costumbre, es todo aquello que está mal o no se encuentra a la vista, por tanto es el lado de la balanza en el cual podremos lo que no debemos hacer si queremos ser socialmente aceptados. Pero ya pudimos establecer que los parámetros que incluyen nuestros actos en esta categoría no son otros que los que aceptamos a cambio de vivir en una sociedad. Y en general son todos los actos que nos alejan de una vida que progrese en cuanto a la medida del éxito preestablecida.

También está en este lugar lo negativo, y con ello el efecto de aquello que causamos, por acción o inacción.

La oscuridad es incertidumbre, ignorancia, miedo, ira, violencia

La luz

En contraposición, es lo que está a la vista, lo que otorga transparencia, lo que nos hace sentir “limpios” porque está de acuerdo con lo que nos indican que “debemos hacer”, nos pone sonrientes en calidad de obediencia ciega en la que nos sumamos a la historia que mejor se acerque a nuestros valores, que al fin y al cabo llevará a lo que definamos como lo brillante en el camino, la recompensa a nuestro empeño.

La luz es saber, es conocimiento, es comprensión.

Ese punto de balance


El lugar que indique la balanza será el que nos defina como personas, el que nos aferre a una línea moral que sabrá zigzaguear en entre la luz y la oscuridad, mientras comprendemos y aprendemos a determinar si esa medida de éxito que tenemos nos causa la felicidad que debería y si aceptamos el periodo de sombras como pago del camino soleado.

Caminando por ese sendero definiremos nuestra existencia, nuestros actos y con ellos el camino de aquellos que dependan de nosotros en gran medida.

Somos como el punto medio de nuestra balanza, necesitamos de luz y oscuridad para caminar rectos. Para no caernos por error de ese lado donde el camino es evidente, para no morir en la chance del azar, de la completa incertidumbre.

Autor:
F. Mesaglio

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