miércoles, 27 de mayo de 2020

El error




Ese gran amigo que nos acompaña en cada paso para mostrarnos cómo deberían hacerse las cosas. Errar es el acto en el que una cosa que podía salir bien, sale mal…. aunque no siempre. Casi podríamos decir que sin él no aprendemos realmente.

Quizás sea en este punto en el que empecemos a separar conceptos, ya que nos van a hacer falta para poder mmm…. comprender.


Ver el error, abrazar el error


Dejar el ego de lado, subyugar el yo y contemplar la posibilidad, son los primeros pasos en el camino de abrazar el error y hacer de él una experiencia que nos lleve a un camino de descubrimientos. Es por eso que cuando identificamos algo que hicimos mal deberíamos sonreír, ya que frente a nosotros se abre la posibilidad de aprender a resolverlos.

El error es siempre oportunidad, ya sea de aprender, ya sea para mejorar el proceso que lleva a que nos equivoquemos o para poner manos a la obra en entender de dónde viene y qué podemos hacer para que no vuelva a suceder.

Cuando algo está mal, no siempre se trata de una tarea mal realizada, en ocasiones, pudo estar mal el pedido, o los materiales, o mil razones más que no tienen que ver con la persona que comete el error. Pero al ser parte de la cadena esto se convierte en algo con lo que podemos ayudar, ya que si sabemos qué falló y cómo solucionarlo, todos los participantes ganan este conocimiento.

El comportamiento reactivo al error


La gente tiende a ser reactiva, aprende porque le fue mal en algo, porque no estuvo a la altura, porque la retaron, porque perdió en algo. Y como a la gente no le gusta perder, son muchas veces toma que el camino de revertirlo aprendiendo cómo hacerlo, o viendo cómo otros le dieron solución al tema.

Lo importante es ver al error como a una oportunidad de mejora, ya sea nuestro o de alguien más. Ya que es ese peldaño sobre el que construiremos el escalón al que nos vamos a subir, a sabiendas de que logramos superar aquello que lo produce.

Pero también podríamos tomar el camino del estratega, pre estimando cosas que podrían suceder, sus posibles soluciones o cambios de camino, de esta manera podemos enseñarle a la gente de forma proactiva los errores por venir y cómo evitarlos o subsanarlos.

Estudiar vs aprender


La gente sabe ponerse a estudiar cuando quiere cometer menos errores, así una vez que el error sucedió, se analizan los datos para ver porqué y se estudia desde qué pasó a qué formas de solucionarlo tenemos.

En este punto nos encontramos con que podemos estudiar sin aprender y aprender sin estudiar. Dado que alguien pudo venir a contarnos cómo arreglar el error, o como no cometerlo y esa experiencia empírica transmitida nos lleva por el camino del aprendizaje directo, pero si no apuntalamos lo que nos dicen con una mínima cantidad de estudio, simplemente repetiremos las cosas como autómatas en lugar de internalizarlas, de comprender todo aquello que llevó al error y a su posterior camino de resolución. De esta manera estudiando completamos lo que aprendimos de alguien con experiencia.

Por el otro lado si estudiamos pero no lo aplicamos o no lo vemos desde el punto de vista práctico, difícilmente podamos aprenderlo, necesitamos ponerlo en práctica y contextualizar el error para que quede aprendido.

Lo bueno de lo malo


Otras veces, nos encontramos con errores que se convierten en mejores amigos aún, haciendo de el error cometido en un producto, un producto en sí. Permitiéndonos generar un nuevo feature a partir de un bug.

Esto, en castellano básico, significa que gracias al error encontramos un nuevo producto o una ventaja para el que ya existía. Si lo ponemos de esta forma, la penicilina surgió de un olvido, la Coca-cola era un jarabe para la tos y de color verde, el microondas se descubrió cuando su inventor se dio cuenta que un experimento había derretido una barra de chocolate en su bolsillo.

Y es por cosas como estas, que el análisis del error sabe ser una práctica muy adecuada, la gente se olvida pero el error es su mejor amigo. Y si lo dejan, el error trabaja para en su favor.

Sin miedo al error


El error no debería causar miedo y esto es algo que aquellos a los que nos toca dirigir debemos llevar adelante como concepto. Si nos enojamos porque alguien comete un error, castramos su ímpetu de mejora y llevamos al error a un lugar que amerita castigo en lugar de ponernos a valorar los aprendizajes a los que nos condujo.

Quizás deberíamos apuntar más a la persona que vemos en el espejo y preguntarnos si aprendemos de los errores en nuestros equipos y si cosechamos las soluciones a los errores sembrados, si entendemos que equivocarse es parte de un ciclo sano.

Documentar el error


De qué podría servir el error si no queda documentado junto con su solución. Este paso es necesario y absoluto en términos de rentabilidad de tiempo. Un error documentado deja de ser un error continuo y se convierte en conocimiento. Hoy en las empresas documentamos esto ya sea en tickets o en manuales, y de esa forma cuando una persona se cruza con un contratiempo ya no necesita llamarlo error porque tiene una solución conocida. Y si estos datos no estuvieran asentados, la persona que comete y soluciona el error tiene la rara oportunidad de documentar esto para la posteridad.

Como con toda documentación el proceso es sencillo, escribir de forma clara y concisa, reescribiendo hasta que tengamos la chance de comprenderlo aun cuando no tengamos todos los datos pertinentes al error. Y como en esta vida no hay una sola solución a las cosas, podríamos sumar soluciones a este error en particular, de manera que haya distintas posibilidades.

El error como camino


El camino de errar es el mismo camino del hacer, porque quien hace se equivoca, y si somos afortunados, aprendemos tanto de nuestros aciertos como de nuestros errores, haciéndonos mejores gracias a ellos, creciendo como personas al aceptarlos, ayudando a todo el equipo cuando los solucionamos, y haciendo algo por la posteridad cuando los documentamos.

El error después de todo es ese amigo del alma que nos guía y nos da motivo, que se puede prever casi siempre pero que nos sabe mantener en vilo, a la expectativa de un nuevo suceso.




Autor: F. Mesaglio

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