La realidad
De un dia para otro nos despertamos dentro de un nuevo paradigma, las reglas son reglas distintas, algo que muchas veces percibimos como una ficción en películas, en libros.
Leímos sobre la peste negra en el colegio, pero nunca entendimos la dimensión real de una epidemia. Nos enfocamos en los sucesos de muerte directa provocados por la misma y la asumimos como una tormenta que tarde o temprano cejó, se fueron las nubes, salió el sol y…. a los libros de historia…
Pero no entendimos que un virus pandémico no ataca sólo a las personas sino que pega en esto que necesita el ser humano para sobrevivir, esa cosa llamada sociedad. Esa amalgama que combina la relación con otros, con factores como la salud, la economía, la alimentación, la educación.
Y ahora todo aquello que dábamos por sentado y quedó en espera, tiene que comenzar a mutar, a cambiar en pos de una realidad más acorde.
El status quo
Estamos acostumbrados al contacto, a ver a otros seres humanos, a sentir desde lo físico y todo esto como parte de la evolución en la que finalmente la tribu humana es una necesidad y una amalgama.
Desde lo individual la gran mayoría de nosotros, despertamos y recorremos distancias que no podríamos hacer a pie todos los días, para llegar a recintos en los que trabajamos codo a codo con otras personas, gran cantidad de las cuales se pueden llevar a cabo de forma remota. Esto permite que las empresas para las cuales hacemos cosas, generen o enajenen productos, reales o virtuales, o un sinfín de servicios provistos de forma directa a terceros.
Nos amuchamos todos en una pequeña parte del territorio, y nos mezclamos de forma constante con otros, en oficinas, escuelas, medios de transporte, restaurantes, clínicas. Y aunque esto parezca malo en el contexto actual, en el cual toda actividad social nos convierte en vectores de riesgo, también es parte de un sistema en el que compartimos virus, bacterias y defensas con otros individuos, con el fin de un fortalecimiento social del sistema inmune.
Y todo esto sucede a nivel regional, pero si nos alejamos un poco y vemos la situación a nivel mundial, comienza a tener otras dimensiones y surgen otros problemas que podríamos solucionar haciendo un cambio de cabeza a nivel especie. Tenemos que entender que somos tan fuertes como el eslabón más débil de la cadena. Y que si seguimos permitiendo que partes del mundo vivan en una pobreza absoluta para que otros vivan…… esto lo leímos mil veces, y aún así nunca lo entendimos. Nunca comprendimos la necesidad de cambiar realmente la forma de pensar y actuar como sociedad.
La luz al final del túnel
Hoy podemos ver lo que nos está sucediendo como especie como una oportunidad para cambiar, para ver que hoy tenemos una solución conjunta como la de alejarnos para no diseminar el virus, pero mañana puede ser lo irreparable de un cambio climático, la mortandad de peces en los océanos y la falta de comida resultante. Puede ser que el aire se vaya convirtiendo en veneno...
Y ver e internalizar todo esto es “la verdadera luz al final del túnel”, tener en cuenta que si actuamos como sociedad podríamos lograr mucho más de lo que logramos desde lo individual. Si sabemos que el petróleo contamina, si sabemos que los químicos en los cultivos no son necesarios y nos joden a todos. Este es un momento para replicar la acción de esta reclusión para eliminar la peor de las pestes humanas, la ceguera del egoísmo. Dejar de tratar al planeta como si tuviéramos otro para irnos vivir cuando terminemos de joder este.
Como especie, tenemos la oportunidad de no permitir que haya hambre, o falta de educación y como individuos la responsabilidad de mejorar nuestro entorno, para nosotros y para todos los nuestros.
Tenemos que darnos cuenta de que llegamos a un lugar en el que debemos cambiar. Lograr metas más plurales para que nos alcancen, ayudar para poder vivir en un mejor lugar. Apuntar a un mundo más meritocrático, donde hacer algo para mejorar al resto sea la moneda de cambio, donde el alimento no sea una duda, donde la educación nunca falte.
Tiempos de cambio
Hoy tenemos la chance de capitalizar la experiencia traumática que estamos viviendo. Podemos ser mejores de lo que éramos antes de aislarnos, encontrar las formas de hacernos más regionales, de utilizar las tecnologías de las que disponemos para viajar menos en lo rutinario. Ponernos a buscar una forma de economía que no requiera lo que requiere la actual, que no utilice al humano y que seamos nosotros los que nos sirvamos de ella para poder liberar la mente en pos de mejorar a la sociedad toda.
Tenemos frente a nosotros grandes desafíos, hoy es una pandemia lo que lleva a la necesidad de adaptarnos, mientras a la vuelta de la esquina hay un sinfín de automatizaciones que de a poco nos van a llevar a un mundo en el que sean “necesarias” menos manos, a una superpoblación que amenaza con la falta de alimento, a un mundo que estamos agotando, por no ponernos todos de acuerdo, por seguir creyendo que las fronteras dibujadas en los mapas son algo más que líneas sobre papeles.
Es momento de empezar a trabajar realmente en lo que se viene, en una sociedad que tiene que salir de la rigidez impuesta, y que tiene que comenzar a vivir desde la cooperación en lugar de vivir enfocados en la competencia. Tenemos todas las herramientas para hacer un cambio evolutivo, en el cual podamos modificar el significado de la realidad de la sociedad en lo que realmente podría llegar a ser.
Esta es la primera vez que tomamos una acción a nivel global no bélica en la que estamos todos de acuerdo, pensálo, si podemos con esto…. podemos con todo.
Ayer solo lo habíamos visto en libros, sabíamos que mañana teniamos la chance ser mejores, de no ser indolentes, de comprender que dar es más que recibir, es entender que más lejos en un mundo esférico es volver a ese mismo punto del que partiste si no generaste cambios a tu paso. Que el virus al que le temes hoy es la desesperación de un mañana que da temor y que tiene miles de máscaras, que traen millones de monstruos contra los que tenemos un solo curso de acción, uno en el que todos los seres de este planeta batallamos en conjunto.
Bienvenidos a ese mañana.
Autor: F. Mesaglio
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