domingo, 6 de julio de 2025

La IA y el Futuro del Trabajo: Más Allá del Apocalipsis



No repitamos la misma discusión. Ya logramos, me parece, que se aceptara que muchas miradas apocalípticas sobre la IA se basan mucho más en una lógica del temor que en una realidad plausible. Como si estuviéramos atrapados en un loop infinito de miedos ancestrales, proyectando en cada nueva tecnología el fantasma de nuestra propia obsolescencia.



Evidentemente, la IA como herramienta mejora el juego completamente. Nos enfrenta a un cambio de era donde el humano pasa de ser operario a ocupar una posición de comando. Es el salto del que ejecuta al que imagina, del que sigue instrucciones al que las crea. Como decía Charles Darwin: "No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor responde al cambio."


¿Nos vamos a quedar sin trabajo?


No lo creo, y no es optimismo barato. Es observación pura.

Primero, nos encerramos en ese micromundo que a veces ni siquiera conocemos como creemos que lo hacemos. Miramos desde nuestra burbuja de conectividad permanente y asumimos que el mundo entero vive así. Error. Tengamos en cuenta que 685 millones de personas vivieron sin acceso a la electricidad en 2022, 10 millones más que en 2021. Y si sumamos que el 33% de la población mundial —más de 2,500 millones de personas— aún no tiene acceso a Internet, el panorama de oportunidades se vuelve abrumador.

Pensalo un segundo: 685 millones de seres humanos que aún no encienden una lamparita, que no pueden cargar un celular, que no tienen manera de conectarse al mundo digital. Y otros 1,800 millones que, aun teniendo electricidad, permanecen desconectados de la economía digital.

Esto nos muestra una inmensa capacidad de negocios, que pasarán por montones de etapas de crecimiento a medida que se acoplen al mundo moderno. Energía, conectividad, experiencia práctica. Con esto ya podemos ver que hay una gran parte de la humanidad por desarrollar, y que la IA es la herramienta que nos va a brindar la aceleración para lograrlo. No es el enemigo; es el acelerador.

A esto, podemos sumarle millones y millones de negocios que aún no accedieron a la sistematización. El almacén de la esquina que todavía anota en un cuaderno. La pyme que maneja todo en Excel básico. Y por si esto fuera poco, la gran cantidad que están en etapas tempranas de desarrollo. El campo de juego es inmenso.


Adaptarnos al cambio: nuestro verdadero superpoder


Uno de los grandes superpoderes del ser humano es la capacidad de adaptación. No es casualidad que hayamos sobrevivido cuando otros homínidos desaparecieron. A partir de la adaptación, nos acomodamos al ambiente y con paciencia —esa virtud tan humana— lo cambiamos para nuestros propósitos. Como bien señaló Bruce Lee: "El agua puede fluir, o puede golpear. Sé agua, amigo mío."

Al tener necesidades, como alimentarnos o protegernos del frío, desarrollamos tecnologías incrementales para poder proveernos. El fuego, la rueda, la agricultura. Cada salto tecnológico nació de una necesidad visceral, corporal, humana.

En este contexto, la IA tan solo necesita energía, lo cual es fácilmente alcanzable y no compite realmente con las necesidades del ser humano. No tiene hambre, no siente frío, no busca amor o reconocimiento. Así, no conoce el crecimiento incremental por falta de esa "necesidad" que nos empuja a nosotros a crear, a inventar, a soñar. 

 

El viaje de la información: de la mente al infinito

Veamos cómo el avance nos lleva a poder manejar cada vez mayor cantidad de información. Es una historia fascinante si te detenés a pensarla.

Comenzamos como homínidos que llevaban en sus mentes el instinto sumado al saber obtenido en sus vidas. Todo cabía en una cabeza. Avanzamos hacia la transmisión verbal de conocimientos —el conocimiento del grupo— y logramos el primer aumento exponencial en los datos que manejábamos. Ya no era solo lo que yo sabía, sino lo que sabía mi tribu.


Las historias cantadas alrededor del fuego, luego los dibujos en las cavernas expandieron la capacidad de datos que podíamos sostener. La escritura —ese invento maravilloso— permitió perdurar y expandir el conocimiento más allá de la vida de quien lo creó. Los mensajeros, los viajes, los libros distribuyeron ese material, hasta llegar a medios que llegaban cada vez más lejos, creando la posibilidad de saber cosas sobre distancias cada vez mayores.

Las comunicaciones e internet llevaron a una parte de la sociedad a tener acceso a más información de la que cualquier humano podría procesar en mil vidas. Pero comenzamos a alcanzar un límite en cuanto a la cantidad de temas que podíamos abarcar. Como un vaso que se desborda, llegamos al punto donde más información no significaba más conocimiento.


Fue entonces cuando desarrollamos algo que finalmente pudo ordenar todo ese volumen de datos. La IA lleva a cada usuario a tener acceso al todo del conocimiento humano existente desde el principio de los tiempos. Es como tener la biblioteca de Alejandría, multiplicada por infinito, en el bolsillo.


Entender que la decisión es tuya


Como el día en que un antepasado le ató una piedra a un palo para usarla como martillo, la decisión de cómo utilizar las herramientas que encontramos o producimos es nuestra. Siempre lo fue, siempre lo será.


En esta ocasión, la herramienta nos permite hacer casi todo. Nos da acceso a la información combinada de todo lo que somos como especie. Pero —y acá está el detalle crucial— el que pide o el que la necesita es el humano. El que sueña, el que imagina, el que conecta puntos que la máquina ni siquiera sabe que existen.


Finalmente, también debe ser el humano quien cure y evalúe esa información. Quien le dé sentido, propósito, dirección. La IA puede mostrarte mil caminos, pero sos vos quien decide cuál tomar. Puede escribirte un poema, pero sos vos quien siente si ese poema toca tu alma. Como dijo Steve Jobs: "La tecnología no es nada. Lo importante es que tengas fe en la gente, que sean básicamente buenas e inteligentes, y si les das herramientas, harán cosas maravillosas con ellas."


Como me gusta decir: la IA amplifica, pero no reemplaza. Potencia, pero no sustituye. Es el martillo más sofisticado que hayamos creado, pero sigue siendo eso: una herramienta esperando que alguien decida qué construir con ella.

El futuro no se trata de competir con las máquinas. Se trata de recordar qué nos hace profundamente humanos y usar estas herramientas para amplificar eso. Arthur C. Clarke lo expresó magistralmente: "Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia." Y como toda magia, el poder no está en el truco, sino en el mago que la ejecuta.


La pregunta nunca fue si la IA nos reemplazará. La pregunta es: ¿qué vas a crear con ella?


Autor: Fabian Mesaglio

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